INEFABLE

8.

ASHLEY

No me podía creer que Sarah me hubiera convencido para ir a aquella fiesta. 

¿Cómo demonios había acabado yo en un barco con gente rica, vestida de gala?

 Bueno, 'gala', llevaba un vestido que me había prestado Sarah porque ya no le valía. Ella tenía un cuerpo increíble, no como yo, que parecía que tuviera catorce años en vez de casi dieciocho. Me sentía ridícula. Además, hacía mucho que no me maquillaba, y la cara me picaba. Yo no servía para ir a fiestas, ¿lo he mencionado ya? Aun tampoco me podía creer que su padre fuera el alcalde. Con lo modesta que era yo. Recuerdo mi cara de asombro al enterarme.

-¿¡Qué tu padre es el alcalde, dices?! Santa Madre, estarás forrada- exclamé, sabiendo que este pueblo de California en concreto era el centro de reuniones de gente importante, y rica. Vamos, que ni idea de cómo había acabado yo allí.

-Tampoco te creas, que no es que sea el presidente de los Estados Unidos. También es un empresario bastante importante. Pero bueno, odio toda la vida esta de lujos y dinero. - constató.

El caso es que allí estaba yo, rodeada de gente, cosa que odiaba, colgada del brazo de mi madre, la cual socializaba mejor que yo.

Como una cría, lo sé.

Ella se encontró con el padre de Austin, Andrew, y estuvieron hablando. 

Recuerdo que cuando era más pequeña no dejaba de preguntarme por qué se habrían separado mis padres. No lo entendía. Pero ahora sé, que tan sólo preferían verse como amigos. Simplemente, su química llegó a su fin. Dios, recuerdo cuánto lloré cuando me lo dijeron. Pero bueno, la vida siguió.

Me entraron ganas de llorar al recordar que poco antes del accidente, mi padre iba a empezar a salir con una tal Lucy.

Mierda, cómo le echaba de menos. Ahora estaríamos observando a todas las personas y emparejándolas mientras nos reíamos. Luego él me sacaría a bailar y me avergonzaría diciendo que soy su niñita, o algo así.

No te derrumbes ahora, que se te corre el rímel.

-Cielo, voy a tomarme algo con Andrew. Pásatelo genial, por favor. Diviértete, que te lo mereces.- me susurró mi madre, devolviéndome a la realidad. 

Seguramente sería la primera madre que le ruega a su hija que se lo pase bien, en vez de ser estricta con la hora de llegada, o algo así.
Estuve hablando un rato con Sarah, pero luego se fue porque al ser la anfitriona tenía labores en aquella fiesta, según ella.

Pues nada, toca buscarse la vida o morir sola.

-Hola.- una voz grave me sobresaltó. La persona que me habló me sorprendió incluso más.

Claro, porque te esperabas a un rubio que...

Cállate, estúpida conciencia.

Era Peter. Iba embutido en un traje negro, al igual que su pelo, perfectamente peinado. Hacía días que no le veía, pero su mirada me intimidaba tanto como la primera vez. Parecía un mafioso misterioso que huele a perfume de Hugo Boss.

-Esto...hola, Peter.- contesté, nerviosa.

-No te veía como el tipo de chica que va a estas fiestas.

-No sabía que hubiera un tipo de chica que va a fiestas.

-Ya me entiendes. A mí todo esto tampoco me va mucho.

-¿Tus padres también son ricachones?- solté, y luego caí en que igual había sido demasiado directa. 

La has cagado.