INEFABLE

36.

AUSTIN

30 DE ENERO, 22:02 P.M, VANCOUVER, CANADÁ. 

Aún seguía un poco mareado después de todas las horas de viaje que nos habíamos metido para llegar a Canadá. Y todo porque Jayden tenía un tío aquí o no se qué mierda que le ayudaría con el lío de la droga. 

Le habían casi pillado trapicheando con marihuana y un cliente no le pagaba, o una cosa así. 

Total, que nos había obligado a venir a un país que no conocíamos de nada solo por él.

Me empezaba a hartar de eso. De que hiciera con nosotros lo que le diera la gana. Y también me empezaba a hartar de lo de las drogas. Por una parte, deseaba que le pillaran, pero su padre era rico y tenía un abogado de puta madre. Pero también sabía que si le pillaban, de una forma u otra, acabaríamos involucrados. Así que de alguna forma estaba atado a Jayden. 

Mi padre además se estaba empezando a cansar de todos estos viajes y cosas. Como me pillara bebiendo tanto de nuevo, me mataría. Como la vez que llegué a casa casi sin conocimiento. 

Después de ver al tío de la droga, habíamos parado en un bar de fumetas en los barrios bajos de Vancouver. Esta ciudad no se parecía en nada a Los Ángeles. 

Yo me había tomado un par de cervezas, Peter no había bebido, y Jayden iba por la quinta o sexta cerveza mezclada con chupitos de tequila mientras se fumaba un porro. 

Yo me alegraba de que poco a poco empezaba a dejar todo eso atrás, aunque nunca llegué al extremo de Jayden. Peter casi nunca bebía ya, solo miraba al suelo callado. 

Después de casi una hora en el bar, Jayden decidió poner fin a la borrachera. Yo también iba un poco piripi y di gracias a Dios que nos íbamos ya. 

-¿Enserio piensas conducir así?- Peter le preguntó, claramente asustado. 

-¿Tienes miedo, Thompson?- soltó una carcajada.- Quién tenga miedo a morir que no nazca. 

Yo iba borracho pero lo suficiente como para saber que eso era la peor idea del siglo. Y me arrepentiré siempre de no haberle obligado a que no lo hiciera.

Peter y yo intercambiamos una mirada de preocupación. 

-No conduzcas en ese estado. Pediremos un taxi, Jay. 

-¿Y gastarnos veinte pavos teniendo coche? Ni de coña. Vamos a ver al tío este. Nos alojaremos allí y mañana nos iremos en el avión. 

Al ver que no nos montábamos, siguió insistiendo.

-U os montáis de una puñetera vez u os dejo aquí tirados y dormís en un banco. 

Finalmente acabamos aceptando. 

Peter no tenía el carnet y yo quise conducir, pero Jayden se negó. Eso era querer morir literalmente. Ni siquiera puso las luces del coche, y en esa oscuridad era imposible ver algo. 

-Como nos pille la poli, estamos muertos.- sentenció Peter.

Eso era totalmente verdad, y que nos pillara la poli no le venía precisamente bien a Jayden. 

-Bah. No tenéis huevos. Son cinco minutos. No nos pillarán. 

Nos acabamos montando en el maldito coche. 

Jayden iba muy borracho y no sabía si hasta colocado. Peter y yo nos tuvimos que agarrar al asiento más de una vez. 

-Jayden, vas muy rápido.