Si fuera por mi me hubiera quedado absolutamente todo el día con mi pijama puesto. Cómoda y calentita, ¿necesitaba algo más? Pero mi madre no estuvo satisfecha hasta que logró que levantara el culo del sofá y subiera a mi habitación a ponerme algo. No tenía pensado salir, pero a mi madre eso le parecía dar igual.
Al llegar a mi habitación me puse lo primero que pillé a mano. Una camiseta que tenía en el respaldo de mi silla y unos vaqueros cómodos. Cogí mi manta de la cama y me envolví cual burrito mientras me sentaba frente al escritorio. Hacía frío, mucho frío. No sabía si la calefacción estaba encendida o no, pero aun así me estaba congelando. Pasee mi mirada por encima de todos los papeles que se acumulaban encima de mi escritorio. Normal que luego no encontrara nada. Pero sabía una cosa a ciencia cierta: por mucho que tratara de cambiar eso, no lo conseguiría. Suspiré y me dispuse a colocar un poco todo aquel follón.
No me llevó demasiado tiempo. Al menos no tanto como esperaba. Cuando vi todos mis apuntes y libros ordenados me sentí orgullosa de mi misma. Era una buena estudiante, sí, para que negarlo, pero en lo referente al orden... mejor dejarlo de lado. Al menos todo estaba en su sitio, o casi todo... Fruncí el ceño mientras repasaba con la vista los montones de papeles ordenados. Ni rastro de los documentos que había imprimido el día anterior. Vale que a desordenada me ganaran pocas personas, pero mi memoria funcionaba bastante bien y recordaba perfectamente haberlos dejado encima de mi mesa. Miré por si acaso por el suelo, ya que podían haberse caído o algo, pero no. Mis padres no los habían cogido, eso segurísimo. Dan... podría haber sido él. Mis cosas habían estado cambiando de lugar últimamente, así que bien podía haber sido él. ¿Pero para qué querría él esos documentos? Puse los ojos en blanco. También cabía la posibilidad de que lo que estuviera buscando fueran mis apuntes o mis deberes y hubiera cogido los documentos por error... Eso sí que era muy probable. Pero aun así se me hacía raro.
Brandon. Su nombre me vino a la mente de repente. Había subido al piso de arriba la noche anterior... ¿Pero para qué iba a querer esos papeles? Rápidamente la culpabilidad me invadió por siquiera pensar que él tenía algo que ver. ¿Cómo se me había ocurrido eso? Presioné mis mejillas fuertemente para despejarme. Me estaba volviendo paranoica.
Me levanté y salí de mi habitación justo para escuchar la puerta de la calle cerrarse. Me asomé por las escaleras justo a tiempo de ver por la ventana cómo Dan se alejaba por la calle. Sonreí.
Subí de nuevo al piso de arriba y entré en la habitación de Dan. Era cierto que hacía bien poco que habíamos tenido una bronca monumental, pero mi instinto me decía que él había sido quien había cambiado mis cosas de sitio, así que me iba a vengar. Cualquier persona con dos dedos de frente lo hubiera oensado dos veces y habría deshechado la idea, unicamente para no tener otra mítica pelea, pero las personas con hermanos o hermanas seguro que entenderían mi posición.
Si pensaba que mi habitación estaba hecha un desastre, la de Dan la superaba con creces. Su cama estaba sin hacer, con la colcha por el suelo y los libros desparramados por cualquier sitio, al igual que su ropa. Si lo que quería hacer era descolocarle las cosas lo iba a tener un poco dificil, él ya se había encargado de todo. Aun así cogí un par de sus camisetas favoritas y se las escondí detrás del cabecero de la cama, así aprendería a mantener sus manos lejos de mis pertenencias.
Cuando ya me disponía a salir de la habitación golpee con el pie descalzo una de las patas de su escritorio y varios folios salieron volando. Me tapé la boca con una mano tratando de ahogar un grito mientras me agachaba para coger con la otra mi dedo meñique dolorido. Siempre iba descalza, siempre me golpeaba en el dedo meñique y nunca cambiaría. Empecé a caminar en circulos por la habitación, tratando de olvidar el dolor y, simplemente, porque no podía quedarme quieta. Cuando este remitió un poco me acuclillé y escondí la cara entre mis brazos. Suspiré larga y tendidiamente y me dispuse a recoger los papelajos. Entonces lo pensé mejor. Un poco más de desorden no le haría daño, pero en ese momento me fijé en la hoja que tenía más creca. Me puse de rodillas y la cogí. Solo me hizo falta echarle un rápido vistazo por encima para saber que era uno de los documentos que había impreso ayer. Arrugué el trozo de papel entre mis manos mientras apretaba la mandíbula. Conque él no tocaba mis cosas ¿no? Valiente imbécil. Ya me las pagaría. De momento me conformaría con esconderle su preciado i-pod. Era una de las primeras cosas que había comprado con el dinero de su primer trabajillo a tiempo parcial. De seguro lo echaría en falta y yo me regodearía en su cara. Recogí del suelo el resto de papeles y busqué entre los que quedaban en su escritorio, hasta que recopilé la mayor parte de los documentos de mi padre y sali de la habitación.

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Amor vs odio ©
HumorEstoy harta de las típicas historias de chica conoce a chico de sus sueños, bla bla bla, y son felices y comieron perdices. Permitidme que vomite... Llamadme bicho raro o como os dé la gana, pero yo no creo en esas historias, ni en los finales felic...