Cap. 27

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Eren salió del hospital el jueves, lo recogí con su coche adaptado y lo llevé a casa, estaba pálido y agotado, miró por la ventana, apático, durante todo el trayecto.

—No hay forma de dormir en esos lugares— explicó cuando le pregunté si estaba bien —Siempre hay alguien que se queja en la cama de al lado— le dije que le dejaba el fin de semana para recuperarse, pero que ya tenía unas cuantas salidas planeadas.

Le conté que iba a seguir su consejo y probar cosas nuevas, y que él tendría que acompañarme, era una forma sutil de cambiar de táctica, pero sabía que era la única manera de que aceptara, de hecho, había ideado un horario muy detallado para las próximas dos semanas.

Todos los eventos estaban marcados con esmero en mi calendario con rotulador negro, en tanto que enumeraba las precauciones necesarias en rojo, y en verde los accesorios que necesitaría.

Cada vez que miraba a la puerta me dominaba una ráfaga de entusiasmo, tanto por haber sido tan organizado como por la esperanza de que una de esas actividades cambiara la visión del mundo de Eren.

***

Fuimos a un trayecto a la galería de arte, duró poco menos de veinte minutos, y eso incluyendo tres vueltas a la manzana en busca de un lugar donde aparcar, antes de que yo cerrara la puerta, Eren declaró que todas las obras eran horribles, le pregunté por qué y me dijo que, si yo no lo notaba con mis propios ojos, él no iba a explicarlo.

El plan de ir al cine tuvo de ser abandonado cuando el acomodador nos dijo, con aire compungido, que el ascensor no funcionaba.

Otros, como la fallida tentativa de ir a nadar, necesitaron de más tiempo y organización: llamar a la piscina de antemano, reservar las horas extras de Jean y, por último, cuando llegamos allí, el termo de chocolate caliente que bebimos en silencio en el aparcamiento cuando Eren se negó en redondo a entrar.

El siguiente miércoles por la noche fuimos a escuchar a un cantante a quien Eren había visto actuar en Nueva York, fue un viaje agradable, cuando escuchaba música, Eren adoptaba una expresión de concentración ensimismada, la mayor parte del tiempo daba la impresión de no encontrarse presente del todo, como si una parte de sí forcejeara con el dolor, los recuerdos o los pensamientos más lúgubres, pero con la música era diferente.

Al día siguiente lo llevé a una cata de vinos, parte de un evento promocional que un viñedo celebraba en una tienda especializada, tuve que prometer a Jean que no lo emborracharía, el tomaba una copa, la olia y siempre reconocía el vino antes de probarlo.

Y entonces, de camino a casa, al atravesar un pueblo al que no solíamos ir, sentados, inmóviles, en medio del tráfico, eché un vistazo y vi un local de tatuajes —Siempre he querido hacerme un tatuaje— dije.

Debería haber sabido que era mejor no hacer ese tipo de comentarios delante de Eren, él no se andaba por las ramas, de inmediato, quiso saber por qué no me había hecho uno.

—Oh... no lo sé, por el qué dirán, supongo—.

—¿Por qué? ¿Qué dirían? —.

—Mi padre odia los tatuajes—.

—¿Cuántos años me dijiste que tienes? —.

—Quizá cambie de opinión cuando ya me lo hayan hecho—.

—Entonces, te lo quitas mediante láser, ¿vale? — lo miré por el retrovisor, tenía una mirada risueña —Vamos— dijo —¿Qué te gustaría hacerte? — me di cuenta de que estaba sonriendo.

—¿Me prometes no reírte? —.

—Ya sabes que nunca me río... oh, Dios, no te vas a tatuar un proverbio indio en sánscrito o algo por el estilo, ¿no? «Lo que no me mata, me hace más fuerte»—.

Yo Antes de Ti  ||  [Versión Ereri] 🌻🐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora