Cap. 36

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Exactamente diez días más tarde, el padre de Eren nos dejó en el aeropuerto de Gatwick.

Jean forcejeó para subir las maletas a un carrito mientras yo comprobaba una y otra vez que Eren iba cómodo, hasta que se hartó de mí y me dijo que estaba peor que su madre.

—Cuidaos, y que tengáis buen viaje— dijo el señor Jaeger, que dejó caer una mano sobre el hombro de Eren —No hagáis demasiadas tonterías— y me guiñó el ojo al decir eso.

La señora Jaeger no logró escaparse del trabajo para venir, sospeché que en realidad eso significaba que no estaba dispuesta a pasar dos horas en coche junto a su marido.

Eren asintió, pero no dijo nada, había permanecido en un silencio inquietante durante el trayecto en coche, mirando por la ventanilla con esa expresión impenetrable, sin hacer caso ni a Jean ni a mí, que hablábamos del tráfico y de las cosas que se nos habían olvidado en casa, incluso mientras recorríamos la terminal del aeropuerto, dudé si estábamos haciendo lo correcto.

La señora Jaeger se había negado en redondo a que Eren partiera, no obstante, desde el día en que él aceptó mi plan revisado, supe que temía decirle a su hijo que no debía ir, durante esa última semana, pareció tener miedo de hablar con nosotros, se sentaba junto a Eren en silencio y solo se comunicaba con los médicos, o se atareaba en el jardín, podando con una eficacia asombrosa.

—Los de la aerolínea van a venir a recibirnos, se supone que lo harán— dije al tiempo que llegábamos al mostrador de facturación, donde repasé todos los documentos.

—Tranquilo, no van a tener a alguien ahí plantado ante la puerta— dijo Jean —Pero la silla tiene que viajar como «equipo médico frágil»—.

La comunidad online de parapléjicos me había proporcionado un montón de información, advertencias, derechos legales y listas que repasar, había comprobado tres veces con la línea aérea que nos asignarían asientos en primera fila, que Eren embarcaría en primer lugar y que no lo sacarían de la silla hasta que nos encontráramos ante la puerta.

Jean permanecería junto a la silla para retirar la palanca de control y activar el funcionamiento manual, tras lo cual plegaría la silla con cuidado, protegiendo los pedales, el en persona supervisaría el cargamento para evitar daños, tendría una etiqueta rosa para avisar a los portadores de su fragilidad extrema.

Nos habían asignado tres asientos en la misma fila para que Jean pudiera llevar a cabo cualquier intervención médica a salvo de miradas entrometidas, la aerolínea nos había asegurado que los reposabrazos de los asientos se podían alzar, de modo que Eren no sufriría moratones en las caderas al pasarlo de la silla de ruedas a su asiento.

Eren permanecería con nosotros todo el tiempo, y seríamos los primeros en bajar del avión, todo esto formaba parte de mi «lista del aeropuerto», venía antes de la «lista del hotel», pero después de la «lista del día anterior a la partida» y el itinerario, incluso con todas esas precauciones, los nervios me traicionaban.

Cada vez que miraba a Eren me preguntaba si había hecho lo correcto, él había recibido la autorización para viajar apenas la noche anterior, comió poco y pasó gran parte del día durmiendo, parecía no solo agotado por su enfermedad, sino cansado de la vida, extenuado por nuestras interferencias, por nuestras evidentes tentativas de iniciar una conversación, por nuestra incesante determinación a mejorar su vida, toleraba mi presencia, pero tuve la sensación de que preferiría estar solo.

Eren no sabía que estar solo era lo único que no podría hacer —Ahí está la azafata— dije cuando una joven uniformada, de sonrisa luminosa, se acercó con una tablilla hacia nosotros.

Yo Antes de Ti  ||  [Versión Ereri] 🌻🐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora