Cap. 30

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Esa conversación con la señora Jaeger me dejó los nervios de punta durante un par de días, no dejaba de oír sus palabras, esa idea de que le estaba restregando mi felicidad por la cara, no creí que a Eren le afectara tanto.

Cuando dio la impresión de desaprobar mi decisión de irme a vivir con Petra los fines de semana, me dio un motivo más para tener mi propio departamento y así no molestar a nadie, pero, no se lo informe, y al parecer, se enfadó.

En casa no lograba deshacerme de la sensación de angustia, era como una corriente subterránea que me recorría y se alimentaba de todo lo que hacía, no sabía que había hecho mal, además, no tenía el valor de hablar con Eren, últimamente solo tenía días malos, esos días con dolores o humor de mierda.

Ese viernes llovió todo el día: gotas cálidas y pesadas, como si estuviéramos en los trópicos, que llenaban las canaletas y doblegaban los tallos de los nuevos brotes, como si suplicaran.

Jean vino y se fue, con una bolsa de plástico en la cabeza, Eren vio un documental sobre pingüinos y más tarde, cuando se situó frente al ordenador, me mantuve ocupado, de modo que no fuera necesario que habláramos.

Fregué los suelos, limpié las ventanas y cambié los edredones, fui un remolino de actividad constante, ni una mota de polvo escapó de mí, estaba limpiando los grifos del baño con papel de cocina humedecido con vinagre (consejo de mi madre) cuando oí la silla de Eren detrás de mí.

—Qué haces— estaba agachado en la bañera, no me di la vuelta.

—Limpio el grifo de la bañera— sentí que me observaba.

—Repite eso— dijo, al cabo de un rato.

—¿Qué? —.

—Repite lo que acabas de decir—.

Me erguí —¿Por qué? ¿Tienes problemas de oído? estoy limpiando tus grifos—.

—No, lo que quiero es que te escuches a ti mismo, no hay ninguna razón para limpiar mis grifos, Levi, mi madre no lo va a notar, a mí no me importa y ahora el baño apesta como una pescadería... además, me gustaría salir— me aparté un mechón de pelo de la cara, era cierto, sin duda el vinagre les dio un mal olor a los grifos

—Acabo de hablar con mi padre, me ha dicho que nos va a dar las llaves del castillo después de las cinco, cuando se van los turistas—.

No me agradaba la idea de tener que mantener una conversación educada mientras paseábamos por los jardines del castillo, pero la idea de salir del pabellón era tentadora —Vale, dame cinco minutos, a ver si consigo quitarme esta peste a vinagre de las manos—.

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Tras las cinco y media de la tarde, cuando los últimos turistas se habían ido, y los jardineros comenzaban a podar y recortar, mientras el servicio de limpieza vaciaba las papeleras y barrían los cartones vacíos de refresco y las chocolatinas conmemorativas, el castillo se convertía en su patio de recreo.

Era extraño ver el castillo así, en silencio, los dos únicos visitantes salvo el viejo jardinero, a lo lejos, en lugar de mirar a los turistas, distraído por sus acentos y sus vidas ajenas, me descubrí a mí mismo observando el castillo quizá por primera vez, aquí habían nacido y muerto personas, había habido corazones llenos de amor y corazones rotos.

—Vale, hora de la verdad— dije —¿Alguna vez has paseado por aquí y has fingido en secreto que eras una especie de príncipe guerrero? —.

Eren me miró de refilón —¿Sinceramente? —.

Yo Antes de Ti  ||  [Versión Ereri] 🌻🐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora