Cap. 19

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Fue una mañana terrible.

Luego de salir de la cama de Eren, estuve a punto de golpearme la cabeza contra la pared, me había dejado llevar por mis sentimientos y vine a este lugar, a dormir con mi jefe porque me sentía mal ya que mi familia me había hecho sentir nada.

Me fui igual a como llegué, por la puerta.

Eren no despertó como todos en la casa, no me arriesgaría dejando una nota para él, por temor a que su madre la descubriera y se armara tremendo quilombo.

En el fondo, sabía que Eren no diría nada sobre mi repentina aparición de anoche.

Llegué a mi casa: nadie despierto.

Me fui mi trastero, me recosté en la cama, y dormí, no me quejaría más.

Si Mikasa no quería darme el cuarto, que no me lo diera, pero, si piensan que luego de esto voy a sonreírles a la cara mientras digo que ya no importa, están bien equivocados.

***

En algunos lugares los cambios de las estaciones llegan acompañados de pájaros migratorios o del flujo y reflujo de las mareas, aquí, en nuestro pequeño pueblo, llegan acompañados de turistas.

A medida que el tiempo mejoraba y comenzaba la temporada, llegaban, desperdigados entre el estruendo de los autocares, abarrotando la calle mayor, estadounidenses, japoneses y grupos de colegiales extranjeros, que cercaban el perímetro del castillo.

En los meses de invierno pocos locales permanecían abiertos, los dueños de las tiendas más prósperas aprovechaban esos largos y lúgubres meses para desaparecer de vacaciones en otros parajes, mientras que los más tenaces organizaban fiestas de Navidad y hacían caja con conciertos de villancicos o ferias de artesanía.

Sin embargo, con las subidas de las temperaturas los aparcamientos del castillo se veían atestados, los bares del lugar servían muchísimos almuerzos de pan, queso y encurtidos y, al cabo de unos pocos domingos soleados, una vez más nuestro pueblo adormecido se había transformado en un destino turístico.

Subí a pie la colina, esquivando los primeros visitantes de esta temporada, que cargaban riñoneras de neopreno y guías turísticas muy ajadas, las cámaras en ristre, preparadas para capturar los recuerdos del castillo en primavera.

Sonreí a unos pocos turistas y me detuve a tomar fotografías de quienes me ofrecieron sus cámaras, algunos lugareños se quejaban de la época turística: los atascos, los aseos públicos saturados, los pedidos de platos extraños en el café The Buttered Bun.

Pero yo no, yo disfrutaba con el aire fresco de los extranjeros, echando un vistazo a vidas tan lejanas a la mía, me gustaba escuchar los acentos y averiguar de dónde procedían, estudiar la ropa de esas personas que jamás habían visto un catálogo de Next ni habían comprado un paquete de cinco calzoncillos en Marks and Spencer's.

—Pareces animado— observó Eren mientras yo dejaba el bolso en el pasillo, lo dijo como si fuera casi un insulto.

—Es que es hoy—.

—¿Qué es hoy? —.

—Nuestra excursión, vamos a llevar a Jean a ver una carrera de caballos—.

Eren y Jean se miraron el uno al otro, casi me reí, me fijé en el tiempo, en cuanto me fijé en el sol, supe que todo iba a ir bien.

—¿Una carrera de caballos? —.

—Sí, es en...— saqué la libreta del bolsillo —Longfield, si salimos ahora, llegaremos a tiempo para ver la tercera carrera—.

—Una carrera de caballos—.

Yo Antes de Ti  ||  [Versión Ereri] 🌻🐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora