Cap. 4

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No soy tonto, me gustaría dejarlo claro ya mismo, pero es muy difícil no sentirse idiota al crecer junto a una hermana pequeña a quien no solo adelantaron un curso para ponerla en mi clase, sino que encima avanzó al curso siguiente.

Todo lo que era razonable o inteligente lo hacía Mikasa.

En primer lugar, a pesar de ser dieciocho meses más joven que yo, todos los libros que yo leía ya los había leído ella primero, todas las noticias que yo mencionaba durante la cena ya las sabía ella y creo que ya entienden a que me refiero, cuando digo que no solo estaba un paso delante de mí, yo creo que veinte.

Preferí la ropa de chico hasta los catorce años, y ahora tiendo a dejarme llevar por mis gustos, según mi estado de ánimo de cada día, sin importar si fuese femenina o masculina, no tiene sentido que intente parecer convencional, soy bajo, pálido y, según mi padre, tengo cara de elfo, y no se refiere a la «belleza élfica».

No soy feo, pero creo que nadie me va a llamar nunca guapo, no cuento con esa grácil cualidad, Petra me dice que soy un encanto cuando quiere que le acompañe a sus rutinas de entrenamiento o tan solo una salida al parque, nos conocemos desde hace casi siete años.

Tenía veintiséis años y no sabía quién era, hasta que perdí el trabajo, ni siquiera me lo había planteado, aparte de un gusto exótico en cuestiones de ropa y de ser un poco bajo, no había gran cosa que me diferenciase de cualquier persona con quien me cruzaba por la calle, probablemente, no me mirarías dos veces.

—A una entrevista tienes que ir trajeado— insistió mi madre —La gente es demasiado informal estos días— porque llevar un traje oscuro a rayas es esencial si voy a dar de comer a un vejestorio.

—No puedo comprarme un traje ¿y si no me dan el trabajo? —.

—Puedes llevar el mío, y te voy a planchar una bonita blusa azul, y por una vez cepilla tu cabello— señaló con un gesto mi pelo.

***

Sali de casa, caminando con torpeza en ese pantalón demasiado ajustado.

—Adiós, cielo— dijo, con un temblor en las comisuras de la boca.

—Buena suerte, tienes un aspecto muy... profesional—.

Lo bochornoso no es que yo vistiera un traje de mi madre, sino que me quedara un poco pequeño, sentí que la cinturilla se me clavaba en el estómago y tiré de la chaqueta cruzada.

Me senté en el corto trayecto de autobús, un poco mareado, no había ido antes a una entrevista de trabajo de verdad.

En cualquier caso, ¿qué se preguntaba en las entrevistas? ¿y si me pedían hacer algo práctico con el anciano, como darle de comer, bañarle o algo así?

Annie había dicho que un cuidador se encargaba de ciertas «necesidades íntimas» esa expresión me dio un escalofrío.

Los deberes del cuidador auxiliar, dijo, eran «un tanto vagos en estos momentos», me imaginé a mí mismo limpiando las babas de la boca del anciano, tal vez preguntando a voz en grito «¿QUERÍA USTED UNA TAZA DE TÉ?», cuando comenzó la recuperación tras el derrame cerebral, el abuelo no era capaz de hacer nada por sí mismo, mi madre se encargó de todo, «Tu madre es una santa», decía mi padre, lo cual yo venía a interpretar como que le limpiaba el culo sin salir corriendo de la casa entre alaridos.

Granta House estaba al otro lado del castillo de Stortfold, cerca de las murallas medievales, en ese largo tramo sin asfaltar en el que solo había cuatro casas y la tienda del National Trust, justo en medio de la zona turística.

Yo Antes de Ti  ||  [Versión Ereri] 🌻🐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora