El amor entre vivos y muertos es meramente imposible, pues los muertos no cuentan cuentos, y los vivos no saben de amores.
Jo y Oliver son almas inseparables. Pero siempre estará aquella barrera. Jo es de carne y hueso, Oliver es un fantasma que vag...
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Jace había acompañado a Jo hasta casa. La joven le había agradecido, diciéndole que no había sido necesario todo aquel alboroto.
-No quiero correr el riesgo de que algo malo te suceda, Jo.
La joven le había sonreído y él le había tendido la mano. Con un elegante movimiento, la había ayudado a bajar del carruaje.
-Dile al cochero que mañana puede pasar por el carromato de tu padre.
Jo asintió con gentileza.
-Muchas gracias.
-Espero volver a verte pronto, pequeña Jo.
Y dicho aquello, el carruaje se había perdido en medio de la neblina de la madrugada. Jo tomó aire en sus pulmones. Lo sentía ligero. Y era extraño, pues antes de llegar a aquel baile sentía que el aire le pesaba sobremanera.
Fred, el sirviente de los Turner, la esperaba en la entrada.
Jo se giró y entró a la casa.
No estuvo sola ni dos segundos, pues su madre entró corriendo al vestíbulo mientras Jo se quitaba la capa de viaje.
-¿Cómo te ha ido? ¿Has bailado con Jace? ¿Qué dijeron los Potter de tu vestido? ¿Te propuso matrimonio?
Jo la miró un momento. Su madre estaba tan sonrojada que daba pena.
-Bailé con él, si...eso ha sido todo. Ha cambiado mucho.
-Te dije...
-En realidad no me dijiste nada, solo me obligaste a hacerlo.
La señora Turner tomó las manos de su hija.
-Eres tu la que podrá salvar esta familia, Josephine, y qué mejor que lo hagas con un joven como Jace.
Jo zafó sus manos de las de su madre.
-No, madre. No voy a salvar esta familia entregando mi vida. Puede que Jace haya cambiado, si ese fuera el caso, pero no significa que yo haya cambiado de opinión. No significa que voy a venderme solo para que la herencia de mi padre quede en manos de los Potter.
El rostro de Lilian se congestionó. Bien podría enojarse, a Jo le daba exactamente lo mismo.
-No te atrevas a hablarme así.-la mujer alzó la mano, dispuesta a estrellarla, nuevamente, contra la delicada piel de Josephine. Sin embargo, la rasposa voz de alguien la detuvo en seco.
-Lilian, deja a la niña en paz.
Jo se giró, en el umbral de la puerta estaba su padre, ataviado con su bata de dormir y unas profundas ojeras en los ojos. Jo le sonrió y corrió a abrazarlo.
-Hola papá.
-¿Cómo te ha ido?
-De maravilla.-susurró ella.-¿Puedo ir a mi habitación?