El amor entre vivos y muertos es meramente imposible, pues los muertos no cuentan cuentos, y los vivos no saben de amores.
Jo y Oliver son almas inseparables. Pero siempre estará aquella barrera. Jo es de carne y hueso, Oliver es un fantasma que vag...
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Jo, invadida por la vergüenza, se encaminó tras su hermana y frente a Jace por las escaleras. Y, mientras las bajaba con su adecuada ligereza señorial, lo lograba sentir aun.
Sentía el roce de sus pechos sobre bajo el corsé, sentía aún las manos huesudas de Jace acariciar su mandíbula...sentía el roce de los pantalones de Jace contra las abundantes telas de su vestido.
Y como dije, lo había intentado. Pero el deseo no era algo que un ser humano pudiese controlar, y Josephine Turner era aquello, un ser humano.
Y no era su culpa.
Jamás lo sería.
A pesar de haber prometido, a ella misma y a su hermana, a ella misma y a Oliver, que jamás se dejaría vencer frente a la belleza del joven Potter, había caído.
Aun no llegaba a entender si era malo, quizá, después de todo aquel tiempo, Jace Potter de verdad hubiese cambiado.
Y es que por las acciones del muchacho, tan amable y cordial, tan servicial y delicado con ella, Jo casi llegaba a creer del todo que Jace había mejorado. Que la madurez al fin se estaba abriendo paso dentro de él, que había dejado de ser el violento niño de su pasado y que ahora era un hombre. Un caballero.
Alguien que por alguna razón podría llegar a querer.
Aunque fuese un poco.
Y mientras pensaba en ello, las mejillas se le tiñeron en colores rosas.
Cuando llegaron al final de la escalinata, Jace entrelazó su brazo con el de Jo. La joven se detuvo un momento, al igual que su hermana, quien permaneció en silencio y un poco apartada de ellos.
-No. Creo que iré con Elizabeth...ya sabes, no quiero que los invitados nos vean juntos. Pensarán cosas distintas.
Jace asintió pesadamente y se apartó de ella.
-Bien, iré yo primero. Cuando estén listas entren al salón.
Jo asintió y Jace desapareció entre el cortinaje que dividía el vestíbulo y la sala de baile.
Jo se giró hacia su hermana.
-Elizabeth, de verdad lo siento.
-No digas nada.
-¿Estás enfadada?
Elizabeth la miró un momento. Sus facciones estaban tensas y no había brillo alguno en sus ojos. Si no estaba enojada lo disimulaba muy bien.
-Esto fue demasiado irresponsable de tu parte Josephine.
-Lo sé, lo siento.
-Eso no basta.
-No se trata de nada de lo que estás pensando.
-Sé lo que vi.
-No sucedió nada.
-Pues intenta que las personas que te vieron subir la escalinata antes que yo lo crea.
-¿De qué hablas?
-Una joven te vio subir con Jace a sus aposentos. Escuché a docenas de hombres y mujeres susurrar cosas por lo bajo, decidí ir a buscarte y asegurarme de que estabas bien.
-Estaba bien.
-Se notaba.
-Eli...de verdad lo siento.
-Ni siquiera es por mi. Es por ti. Puedes arruinar tu vida.
-Estar con un joven que ha sido mi "amigo" toda la vida no es arruinar mi vida.
-Lo es si no tienes planes de desposarlo y te encierras en su habitación, en medio de la noche y en medio de un baile. Aunque no hubieses estado haciendo nada, Jo, las personas piensan cosas muy turbias.
-Créeme, tengo eso muy claro-cuando lo dijo pensó en su madre, la clarísima representación de la sociedad que la oprimía en aquel siglo empolvado y viejo.
Elizabeth soltó un suspiro y le tendió la mano a su hermana.
-No te juzgo, hermanita. Para nada. Sé perfectamente lo que es el deseo y la imposibilidad de seguir los deseos. Pero Jo, tienes una vida por delante, y si no quieres desposar a hombre alguno entonces cuida muy bien lo que eres...
-No afecta quién soy el acostarme con un hombre, Eli.
-Lo sé, pero el mundo cree que pierdes lo más preciado que tienes.
Jo bajó la mirada, un tanto apenada.
-¿Podrías no mencionárselo a mamá?
Elizabeth la miró con tristeza.
-Creo que ya lo sabe...quiero decir...los rumores corren rápido.
-¿Lo arruiné todo?
-No es tu culpa, Jo. Jace debió ser cuidadoso.
-Él me pidió que lo acompañara.
-Jo, no debes confiar en él. No es una buena persona.
-Lo sé, Eli.
-Tengo miedo que lo olvides. Su belleza es atrapante, sí, pero Jo...un lindo rostro puede arruinarte la existencia.
-Lo tengo muy claro.
-Me prometiste que te cuidarías, que te mantendrías apartada de él.
-Es un poco difícil cuando no se despega de ti, Elizabeth.
-No ha entendido lo del matrimonio ¿cierto?
Jo se mordió la mejilla interna. Con el brazo unido al de su hermana, sintió que podrían compartir un poco el peso de sus fantasmas.
-Creo que no confía en mi decisión. No me cree capaz de cumplir mi meta de no desposar a nadie.
Elizabeth se mordió el labio.
-Incluso si en algún momento de tu vida llegaras a cambiar de decisión, Jo, prométeme que jamás desposarás a Jace. No es un buen hombre. No es una buena persona.
-Lo prometo.
-Por mi vida.
Jo la miró. Esa era una promesa inquebrantable. Un juramento que se estaban haciendo no solo como hermanas, sino como mujeres que buscaban liberarse.
-Lo prometo por tu vida.
Elizabeth se dejó caer contra ella y la abrazó.
-Te amo.
-Y yo te amo a ti.
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