El amor entre vivos y muertos es meramente imposible, pues los muertos no cuentan cuentos, y los vivos no saben de amores.
Jo y Oliver son almas inseparables. Pero siempre estará aquella barrera. Jo es de carne y hueso, Oliver es un fantasma que vag...
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Pudo haber sido simpe paranoia, pero lo que Jo sintió fue tan real que calaba en la entrañas.
La mitad de los presentes, entre hombres y mujeres, se giró a mirar a la joven.
Sentía decenas de pares de ojos perforando cada poro de su piel. Ni siquiera lo entendía.
No había hecho nada malo.
Aun así, con la pena estorbando en sus movimientos, no dejó caer la cabeza. Se encaminó entre un pasillo de cuerpos humanos, siempre sujetando la mano de su hermana.
Los murmullos no tardaron en llegar a sus oídos.
Palabras como "mujerzuela" y "embarazada" perforaron sus sesos.
"¿Embarazada?" Pensó Jo "Esta gente cree que un simple roce lo convierte en sexo?".
Trató de que no le importara, lo intentó con todas sus fuerzas.
Eli y Jo se detuvieron un poco alejadas de la multitud, que miraba con poca discreción a la joven de dieciséis años sujeta a su hermana mayor.
Y entre los invitados, Jo buscó con la mirada los característicos rizos dorados de Jace.
Con poca sorpresa descubrió que no estaba.
No estaba por ningún lado.
Jo contuvo el aliento y pretendió que no había escuchado nada de aquellos murmullos sin sentido.
-¿Estás bien?
Cuando aquella pregunta salió por entre los labios de su hermana, los muros de Jo cayeron con estruendo.
Las lagrimas acudieron a sus ojos y esta vez si que bajó la cabeza.
Elizabeth, asustada, se posó frente a ella y la envolvió entre sus brazos, haciendo que escondiera el rostro en su cuello para evitar que los presentes la vieran en ese estado.
No quería darles el gusto de que vieran a su hermana menor rota ante sus opiniones inservibles.
-Jo, Jo, Jo-Elizabeth acarició el cabello de su hermana, enterrando con suavidad sus dedos. Mientras Jo lloraba entre los brazos de su hermana, no pudo evitar regresar al pasado, cuando los monstruos la perseguían. Elizabeth siembre había sido su refugio. A veces pensaba en su madre, que cuando se percató que sus dos hijas se amaban con locura decidió comenzar a compararlas, sabiendo que eso crearía barreras entre las jóvenes de rizos rubios y negros.
Pero aquellas comparaciones las chicas nunca las habían tomado en cuenta, sabían sus diferencias, y se amaban aun más por ello.
Mientras Elizabeth la reconfortaba, Jo regresó a aquellas noches. Los brazos de su hermana eran su hogar, la protegían de los fantasmas y los murmullos, de la oscuridad. Y Jo sabía que sus propios brazos significaban lo mismo para su hermana.
Solo se tenían la una a la otra.
-Todo va a estar bien-susurró Eli contra su oído, pasando los dedos entre sus desordenados rizos.
-Quiero salir de aquí.
-Iré contigo.
-No-atajó Jo, apartándose de ella y procurando ocultar su rostro a los presentes-.Necesito estar sola.
Eli se mordió los labios, aun así, asintió sin pensarlo.
-Cuídate mucho Jo. No estés sola con ese hombre, si necesitas ayuda no dudes en venir a mi.
Jo asintió y abrazó a su hermana fugazmente antes de salir corriendo de aquel infierno.
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