CAPÍTULO 26: UN NUEVO PLAN.
Con todo lo que había sucedido y con el presentimiento de que aquella noche Jo descubriría algo nuevo sobre la muerte de Oliver, decidió buscarlo para hacerlo cambiar de opinión.
Después de dejar el vestido que su madre le había confeccionado a la medida en su habitación, encontró a Oliver desaliñado en medio del salón de baile.
El joven no se percató de su presencia, por lo que Jo, desde la distancia, pudo apreciar su aspecto con más claridad y menos vergüenza.
Estaba sentado en el centro de la pista de mármol, con las rodillas bajo su peso y su camisa de lana arrugada y desabotonada. Llevaba el cabello revuelto ante el aparente insomnio de miles de años.
Aun en la distancia, Jo ya percibía las profundas bolsas negras que carcomían los ojos del muchacho.
Pensó en las palabras de Elizabeth y descubrió que realmente Oliver estaba sufriendo, aunque no lo dijera en voz alta, cada poro de su piel y cada hueso de su cuerpo gritaban piedad.
Pero Jo sabía que el chico nunca lo diría, nunca lo pediría. No se atrevía a tanto.
-Oliver-. Susurró en la distancia y fue entonces cuando el chico de cabellos negros alzó el rostro de su libro. Cada día tenía uno nuevo entre las manos, Jo supuso que habría mucho tiempo libre en la muerte.
-¡Jo!-el joven hizo ademán de levantarse del suelo y de su cómoda posición, pero Jo lo detuvo con un ligero movimiento de negación.
-Está bien-.la chica se dejó caer junto a él.
-¿Sucede algo? Te ves demasiado pálida.
Jo bajó la mirada hacia sus titubeantes dedos. No estaba acostumbrada a mentir, le dolía en el alma guardar secretos. Sentía que el mundo la engulliría como venganza si le ocultaba a Oliver toda la verdad.
Pero no había nada mejor qué hacer. Si se lo decía, si le revelaba a Oliver todo lo que había descubierto, sería el fin.
Entonces Jo pensó que preferiría que un mundo la engullera antes que perder a su Oliver.
-Sí, todo bien. Pero hay una cosa que no me ha dejado dormir.
Oliver frunció el entrecejo. Tenía un par de cejas pobladas que la mayoría del tiempo llevaba descuidadamente ordenadas.
El joven cerró el libro con suavidad. Jo trató de disimular que no le inquietó verlo apartar el dedo de la página donde se había quedado estancado.
-El baile. Creo que no es necesario que vengas conmigo...quiero decir...irán mis padres y Eli, ella me cuidará todo el tiempo, no estaré con Jace a solas.
El rostro de Oliver se turbó y palideció, más de lo que ya estaba con la ayuda de la muerte.
-Jo, ¿Estás segura? No me gusta decirte qué hacer, odio eso. Sé que eres perfectamente capaz de cuidarte sola pero Jo...si algo te llegara pasar, es que no quiero ni pensar en ello. Pero si algo malo llegara a suceder, jamás me perdonaría que pude haberlo evitado...
-Oliver, no-Jo se acercó a él, con las faldas del vestido acariciando el pulido suelo. Los ojos de Oliver eran como un espejo, se veía a ella misma reflejada en ellos. De pronto, perdida, se imaginó a ambos, recubiertos de la ensoñación de la vida, en un bosque oscuro con una luna brillante. Se imaginó una vida en la lejanía, apartados del mundo, olvidando lentamente el paso de los años, olvidando por completo en qué época del tiempo se encontraban. Se imaginó que sería perfecto tener los ojos de Oliver mirándola en la oscuridad, con las pupilas dilatadas reflejándola a ella, tan recubiertos de una profunda admiración por su belleza.
Casi pensó que sería perfecto.
-Te prometo que estaré bien, y cuando regrese, te lo contaré todo, y te prometo que será divertido-.dijo Jo sonriendo. En realidad no creía que el encuentro en la casa Potter fuera algo divertido, pero lo decía con la esperanza de que ella misma creyera sus propias palabras.
Oliver, que la miraba sonrojado, de pronto sonrió. Una pequeña sonrisa cargada de cariño que reflejaba en el temblor de sus manos.
Jo contuvo el aliento. Cuando sus ojos se encontraban, era como si inventasen un nuevo idioma. Como si al mirarse comprendieran cosas que nadie jamás comprendería.
El lenguaje del amor era tan extraño para ambos jóvenes, pero era algo que se aferraba a ellos. Ni siquiera lo sabían. Ni siquiera lo entendían, pero estaban seguros de que corría por sus venas en lugar de sangre.
-Está bien Jo. Confío en ti. Prométeme que te cuidarás.
-Lo prometo Oliver.
Mientras escuchaba aquello, pensé que tal vez Jo debió alargar su promesa un poco más de tiempo.
Resistir, aunque fuese solo un momento.
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LOS MUERTOS NO CUENTAN CUENTOS ©
ParanormalEl amor entre vivos y muertos es meramente imposible, pues los muertos no cuentan cuentos, y los vivos no saben de amores. Jo y Oliver son almas inseparables. Pero siempre estará aquella barrera. Jo es de carne y hueso, Oliver es un fantasma que vag...