CAPÍTULO 23: MELODÍA EN EL AIRE.

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CAPÍTULO 23: MELODÍA EN EL AIRE.

Hacía muchos años que la casa Turner había permanecido en silencio

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Hacía muchos años que la casa Turner había permanecido en silencio. Muchos años habían pasado desde que la pequeña Jo había tocado un instrumento dentro de las feroces paredes tapizadas. A veces creía que se debía a alguna tristeza silenciosa que carcomía la estabilidad de la joven, pero con el paso de los años comprendí que no era tristeza, sino una absoluta falta de felicidad.

Josephine había permanecido tanto tiempo en la neutralidad, viajando entre sentimientos, que el violín nunca había sido requerido entre sus manos.

Pero aquella noche, la noche en la que todos dormían, se permitió liberar la felicidad que inundaba su corazón.

Y por primera vez, Oliver estaba junto a ella.

En la sala de música del segundo piso.

Los dedos de Jo fluían como si fuesen uno solo con el arco del instrumento. Se resbalaban con agilidad entre las cuerdas y este subía y bajaba con cierta intimidad.

Oliver casi se sentía un intruso.

Jo permanecía bajo la luz del ventanal, que iluminaba su silueta contra la luz de la luna. Con el violín reposado en el hombro y la mejilla recargada con apego a él, con el arco subiendo y resbalando como si se le fuese la vida en ello. Estaba descargando su felicidad. Estaba siendo ella misma por primera vez en mucho tiempo, y Oliver se sentía tan complacido con ser parte de ello que sintió su cuerpo estremecerse.

La música acudía a sus terminaciones nerviosas, invadía sus sentidos como si fuese su propia sangre y arrastraba sus pensamientos hasta algún punto muerto de su cerebro y entonces solo quedaba Jo, la joven que residía frente a él. Su mejor amiga. La joven que le había compartido un poco de vida y había iluminado su misera existencia.

Ni siquiera se atrevía a hablar.

Solo hasta que la joven terminó y se apartó el instrumento del cuerpo, Oliver se atrevió a abrir la boca.

-Eres hermosa-.lo dijo en un susurro inaudible. Jo sonrió con nerviosismo y depositó el violín sobre el banquillo. Se acercó a paso lento hacia Oliver y se dejó caer junto a él. Aun le apenaba la cercanía. A pesar de haberlo besado, de haberlo tocado donde jamás se hubiese atrevido, a pesar de eso, aun sentía en los huesos y en el corazón la invisible barrera de muerte.

Aún así, se esforzaba por mantener la cordura y tener en claro sus sentimientos: Oliver le gustaba, y podía llegar a decir que lo amaba. Lo conocía de toda la vida y en términos generales...Oliver era el joven perfecto.

-Creí que escuchabas la melodía.

-La escuchaba. Pero también te observaba-.los ojos del muchacho estaban iluminados, pero Jo no supo descifrar si era la sombra de la noche o algo que venía desde el fondo de Oliver. Aun así, verlo frente a ella, de aquella manera: con la camisa de lana desaliñada y los rizos negros jaloneados por las ansias del deseo que hervía entre ambos, con el rostro rojizo de vergüenza y los labios entreabiertos, la hacía olvidarse de todo.-La manera en la que te sumerges, Jo. La manera en la que tomas tu violín, como si fuese lo más preciado del universo. Como si en tus manos guardases la vida de todo el mundo y temieras dejarlo caer pero al mismo tiempo lo tomaras con tanta violencia y deseo que te fuere imposible seguir respirando de no deshacerlo entre tus dedos...

LOS MUERTOS NO CUENTAN CUENTOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora