El amor entre vivos y muertos es meramente imposible, pues los muertos no cuentan cuentos, y los vivos no saben de amores.
Jo y Oliver son almas inseparables. Pero siempre estará aquella barrera. Jo es de carne y hueso, Oliver es un fantasma que vag...
CAPÍTULO 17: LAS ALMAS ERRANTES NO GUARDAN SILENCIO.
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Esa noche no hubo gritos procedentes de la habitación de Elizabeth. Pero una cosa si hubo: terror dentro de las cuatro paredes de la habitación de Jo.
El quinqué de petróleo estaba encendido, creando danzarinas sombras contra el techo y las paredes. Jo estaba perdida, mirándolas. Creando historias imaginarias con ellas. Desde una chica que bailaba apasionadamente con un apuesto joven en el salón de baile, hasta un joven pidiendo la mano de una chica de rostro triste.
Las palabras de Oliver no dejaban de rondar su cabeza. Una relación carnal con Oliver y podría salir de casa. Podría acompañarla a todas partes. Podrían tener una relación más normal. Pero la sola idea de aquel acto le producía sensaciones que nunca antes había sentido. Estaba pensando cosas que se había obligado dejar de pensar en el pasado.
Se mordió el labio. Su cuerpo era un saco de huesos tirado sobre la cama. Ni siquiera se atrevía a moverse. Los pensamientos le pesaban, hasta que el conocido sonido se arrastró débilmente hasta sus oídos.
Sintió los ojos escocerle, y una solitaria lagrima tenebrosa acarició sus sienes. No quiso erguirse. No quería girar el rostro y encontrarse con lo que la acosaba en las noches.
La luz de la luna no existía. La había abandonado a la deriva, en medio de la muerte y la podredumbre.
Sintió su pecho tensarse, y entonces las sombras del quinqué se removieron con violencia contra las paredes, hasta que la luz se extinguió por completo.
Cerró los ojos y se obligó a si misma a dejar de sentir, de ver y escuchar.
Pero el olor no se fue.
El conocido olor de los profundidades del océano. De las aguas turbulentas que carcomían los huesos de los muertos y aniquilaban sus historias.
El sonido del chapoteo de las botas cargadas de muerte liquida penetró sus pensamientos y la regresó a la realidad.
No estaba sola.
Sentía su mirada sobre ella. Sobre su piel desnuda. Sentía carcomiento sus nervios aquel sonido de cadenas arrastrantes.
-¿Quién eres?-susurró ella, tratando de que su voz no sonara asustada. Pero estaba terriblemente agobiada. Era como si el agua del océano apretara sus pulmones y la amenazara con estallar.
-Nada. Soy nada-. Su voz era grave, como si proviniera de algún agonizante hombre fumador que se encontrara entre la vida y la muerte, con la sangre llenando sus pulmones. Jo abrió los ojos y se incorporó en la cama.
-¿Qué haces aquí?
-He venido a advertirte-. Era como un choque de cristales contra sus oídos cada vez que el hombre hablaba.
Jo lo encontró entre la penumbra. Vestía completamente de negro, pero la ropa se le pegaba al cuerpo con agua que parecía brea. Jo contuvo el aliento. El rostro del hombre eran huesos con carne putrefacta pegada débilmente. Y su cabello era tan largo y andrajoso que sintió una arcada.
Pero se contuvo.
-¿Advertirme?
-El tema con el hombre Beaufort lo llevará al final del camino. Al purgatorio.
Jo lo escuchó pero no lo entendió.
-¿Cómo sabes sobre Gilderoy?
-Todos los fantasmas de esta casa conocemos el tema de Gilderoy.
-No todos-. Susurró Jo para sí misma.
-No, no todos. Oliver, el nuevo...no tiene ni idea.
-¿No tiene idea de qué?
-No puedo hablar de eso. Ninguno puede. Si lo hacemos arderíamos en las llamas del infierno.
-¿Y por qué vienes a advertirme?
El hombre se acercó a la cama. El sonido del agua se mezclaba con el de las cadenas. El olor del putrefacto y salado mar penetró sus fosas nasales y la joven se mareó.
-Porque alguien tiene que ponerle fin a este purgatorio.
Jo frunció la frente. Estaba a punto de preguntar a qué se refería con aquel purgatorio cuando el hombre desapareció.
Jo se levantó de la cama de un salto y buscó a su alrededor. No. No había nada.
Ningún indicio de que un hombre muerto con cadenas procedente del fondo del océano había vagado tranquilamente por su habitación.
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