CAPÍTULO 49: PÉRDIDAS.
Lo había perdido todo.
A su Oliver, el primer joven al que le había entregado el corazón. Con una mirada de tristeza se habían dicho sin palabras lo mucho que se extrañarían en la soledad de los años posteriores.
¿Cómo no se había detenido a pensarlo? Oliver llevaba muchísimos meses hablando sobre el día en el que tendría que partir. Había rebuscado sin siquiera percatarse de ello, se había hundido en la maraña del misterio justificándose ante la idea de liberar a un hombre que no conocía.
Sin embargo, en el fondo de su corazón siempre estuvo el único propósito de tener el arma que accionaria el disparo. La información que liberaría a Oliver cuando fuese demasiado tarde.
Y lo fue. Fue demasiado tarde.
Porque el amor que Oliver sentía por Josephine traspasaba miles de mundos, más claro, el de los vivos y los muertos.
Aunque hubiese sabido quien era hace dieciséis años, no hubiese podido partir.
Elena hacía algún tiempo había reprendido a Oliver, y aunque sus palabras fuesen un murmullo en medio de la noche, eran demasiado certeras.
"Y tú también sabes perfectamente que mientras el amor entre un vivo y un muerto florezca, jamás podremos salir de aquí, ni siquiera si descubriésemos nuestras propias muertes. Sabes que los vínculos entre ambos mundos son...meramente imposibles."
Y Jo lo sentía en el corazón.
Porque con aquella ultima mirada se habían despedido de la relación mortal que habían mantenido, porque a partir de ese momento Oliver dejaría de ser su Oliver, se fundiría con la casa y formaría parte del polvo que respiraba.
Oliver comenzaba a convertirse en la clase de monstruo que la hacía gritar por las noches, que la hacía temblar hasta encontrarse escuchando sus gritos agudos y sofocados por el viento.
Y mientras pensaba en eso, arrodillada junto a la cama de Gilderoy Beaufort, con la caja metálica sobre las piernas, sus dedos temblaron cuando encontraron el metal pulido del arma.
Sus ojos estaban surcados de lágrimas, porque Oliver no era lo único que había perdido.
Una parte importante de ella, la parte que más le dolía, le había sido arrebatada en una muestra que estaba muy alejada del amor.
Era odio.
Porque Jason Potter la había tomado y había sembrado su odio en el vientre esperanzado de una niña que solo quería ser libre.
El sonido de una lagrima azotando el revolver provocó un escalofrío en ella.
¿Cómo miraría a su madre a la cara? Estaba segura de que nada cambiaría, ni siquiera con lo que Jace le había hecho. Si abría la boca frente a su madre y le confesaba lo que el joven Potter le había hecho bajo el manto de la oscuridad, su madre bien podría reírse de ella o, en el peor de los casos, azotarla con la culpa de meterse con un joven que no era su esposo.
¿Meterse?
Es que ni siquiera lo deseaba.
Jo sorbió por la nariz.
Necesitaba hacer un par de cosas antes de hacer lo que tenía pensado desde que rezó por primera vez, rogándole a Dios que la ayudara, cuando los dedos de Potter le hicieron daño y la hicieron sangrar.
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LOS MUERTOS NO CUENTAN CUENTOS ©
ParanormalEl amor entre vivos y muertos es meramente imposible, pues los muertos no cuentan cuentos, y los vivos no saben de amores. Jo y Oliver son almas inseparables. Pero siempre estará aquella barrera. Jo es de carne y hueso, Oliver es un fantasma que vag...