El amor entre vivos y muertos es meramente imposible, pues los muertos no cuentan cuentos, y los vivos no saben de amores.
Jo y Oliver son almas inseparables. Pero siempre estará aquella barrera. Jo es de carne y hueso, Oliver es un fantasma que vag...
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El teléfono sonaba, incansable, llegando hasta los adormilados oídos de Jo. La joven abrió los ojos de golpe y se levantó de un salto de entre las mantas. Descubrió a Oliver sentado en el viejo sofá, con las piernas extendidas y un libro apoyado en sus rodillas. Jo lo miró. Un momento.
No era que Oliver hubiese madrugado, era simple y sencillamente que el joven no dormía.
Los fantasmas no dormían.
Jamás.
Jo se frotó la frente.
-¿Qué es ese sonido?-preguntó ella, somnolienta.
Oliver se apartó el libro del rostro y sus verdosos ojos brillantes encontraron los de la chica.
Él le regaló una sonrisa.
-El teléfono.
Jo frunció la frente.
Se dejó caer entre las mantas y cerró los ojos, de nuevo.
-Es demasiado tarde para que vuelvas a dormir.
-Quien debería dormir eres tu.
-Y tu deberías despertar, ahora.
-NO hay necesidad, no tengo nada que hacer.
-Claro que tienes, y muchas cosas, que hacer.
-¿Por ejemplo?
-Decirme qué sucedió ayer con tu prometido.
Jo se apartó el brazo del rostro y lo miró con seriedad. No le gustaba que Oliver se refiriera a Jace como su prometido.
-No es mi prometido.
-Díselo a tu madre.
-Mi madre no entiende razones.
-¿Me vas a decir?
-¿Qué quieres que te diga?
-Lo que sucedió ayer.
Jo se incorporó con lentitud sobre sus doloridos antebrazos. Se había despojado del andrajoso vestido ensangrentado y se había quedado en ropa interior. No le molestaba. Confiaba en Oliver. Además, estaba muerto.
El largo camisón blanco la cubría lo necesario.
-Bailé con él.
Los ojos de Oliver se iluminaron. Podría decir que le agradaba, pero estaría mintiendo. A Oliver no le agradaba nada que tuviera que ver con Jace, mucho menos algo relacionado a Jace junto a Jo.
