➿ Capítulo 22 ➿

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➿ Microondas ➿

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➿ Microondas ➿

Mientras tanto en el establo...

—No tienes ni idea de cuál es mi mejor sueño contigo —rodé los ojos sonriendo. 

—El punto es, que no voy a montar a caballo, y no pienso cambiar de opinión —declaré.

—¿Y si te vienes conmigo? —lo miré desesperada.

—Andrés, creo que no me estás entendiendo, no voy a ir en caballo, tu puedes adelantarte, yo voy a caminar —me di la vuelta dispuesta a dirigirme a donde fuera que quedara el lago, pero Andrés me abrazó por la cintura evitando que continuara.

—Por favor, no te pasará nada, estoy aquí para protegerte —suspiré y me dejé abrazar con gusto, dejando mi cabeza apoyada de su pecho.

—Andy, no intentes convencerme, he vivido con este trauma durante doce años y tú no harás que eso cambie con palabras bonitas —sentí como besó mi cabeza y luego mi hombro —Estoy asustada, por favor, tienes que entenderme —supliqué.

—Lo sé cariño, pero aún así no aceptaré que te vayas caminando —sentí su sonrisa sobre mi cuello —Don Román, prepare a Mónique, póngale la grande —me tense al escucharlo.

—¿Qué planeas hacer? Andrés, te juro que no estoy jugando, estoy hablando en serio —noté como Don Román sacó a la yegua color café de su corral, colocándole enseguida una montura y las riendas.

—Yo también estoy hablando en serio, Kate —no dejó de abrazarme mientras caminábamos hacía la salida del establo —Mantengala firme, Don Román —el hombre asintió.

¿Porque razón le diría es...?

—¡Andrés! No, no, no, no, ¿Qué hiciste? ¡Bajame! ¡BAJAME! ¡La puta que te parió! —estaba cagada como una mierda, el muy cabron tuvo las bolas de montarme en la yegua —Andrés, bajame por favor —sentí las lágrimas asomarse y una que otra bajar. Luego sentí un movimiento brusco detrás de mi y grité muy asustada. Me giré a ver que fue eso —¿Qué cojones te pasa? ¿Qué carajo te pasa? —lo golpee en el pecho, pero el sólo se reía —Como una mierda, Andrés, esto no es gracioso, idiota —me limpió las mejillas.

—Muy bien, ya aprendí que cuando estás asustada, sueltas mucha basura por la boca —lo miré molesta —No es tan malo como piensas —me volvió a abrazar.

—Y una mierda, ésta vez te pasaste, no volveré a salir contigo —cogió las riendas, manteniéndome atrapada por sus brazos.

—¿Ni siquiera por que te debo un premio? —bufé. En cambio, el se inclinó a acariciar el cuello de la yegua —Tomaré eso como un sí, vamos nena —le hizo un sonido a la yegua y ésta enseguida comenzó a andar. Cerré los ojos al sentir su trote.

De hecho, mi durazno estaba apoyado sobre su banana, estábamos muy cerca, si saben a lo que me refiero y con los movimientos del animal, prácticamente chocamos repetitivamente esa zona

¡OH! Andrés © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora