➿ Capítulo 24 ➿

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➿ Piña colada ➿

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➿ Piña colada ➿

30 Noviembre

El sonido de algo cerrarse, supuse que era la puerta, me hizo depertar de golpe. Me estire sobre la cama, cual oso después de invernar, y cuando sentí el frío cubrir mi cuerpo, fue que me di cuenta de que estaba desnuda.

Me giré sobre la cama para coger las sábanas y taparme un poco, pero terminé topandome de lleno con el rostro de un Andrés dormido.

Tenía los labios entreabiertos, su cabello era un desastre de mechones, mientras que su cuerpo era el pecado mismo de los dioses. Su pecho subía y bajaba rítmicamente al compás de sus respiraciones.

Sonreí al notar que hizo una mueca y después chille cuando sentí que me cogió de la cadera y me acercó a el, segundos después me relajé entre sus brazos, que no tardaron en rodearme.

—Buenos días, ¿Como amanecistes, pequeña? —sentí un cucardio atravesarme entera al escucharlo hablar tan grave y ronco.

—Buen día, excelente, ¿Qué tal tu, grandote? —lo escuché reír ronco. Alce el rostro para verlo directamente.

—De maravilla, me encanta despertar con una hermosa mujer en mi cama y más si está desnuda —rodé los ojos sonriendo.

—¿Quién crees que haya entrado? Además, estoy casi segura de que ayer le pusiste el pestillo a la puerta —Andrés pasó las sábanas por encima de nuestros cuerpos, realmente hacía frío aquí. Entre ambos entrelazamos nuestras piernas.

—Mi madre, ella es la única que cerraría la puerta así, además, sólo ella tiene las llaves, los demás por más escandalosa que sea la escena, cierran con sigilo —escucharlo decir aquello me hizo pensar que ésta no es la primera vez que le pasa eso.

¿Cuántas veces su madre habrá presenciando una de sus escenas?

Esa era una pregunta a la que no quería darle respuesta

Sentí mi estómago gruñir, el apetito ya se hacía presente.

—¿Podemos bajar a desayunar? Me muero de hambre —hice un puchero que le sacó una sonrisa.

—No lo sé, ayer me comí un banquete, por lo que aún estoy lleno —lo sentí bajo las sábanas apretarme una nalga, por lo que chille sorprendida y avergonzada.

—¡Andrés! —el muy idiota solo se rió con sorna —Vamos, necesito darle algo a mi estómago —me senté y me cubrí un poco con las sábanas.

—Si me das un beso —hizo ojitos melosos, sonreí de la ternura que me provoco.

—¿Sólo uno? —lo miré pícara. Sonrió juguetón y me cogió de la cintura, sentándome ahorcadas, la sábana se quedó atrás, pero él no, se sentó igual y luego me abrazó por la cintura, de manera que su barbilla quedó apoyada sobre mis senos.

¡OH! Andrés © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora