57. Una catástrofe

1K 222 96
                                    


Me mira de la cabeza a los pies y de repente caigo en cuenta de que debo verme ridícula con esta pijama. Mañana enviaré una queja a la portería del edificio por dejar entrar gente sin anunciarlos. Si me hubieran avisado, habría cambiado este mameluco tipo bebé que está aprendiendo a caminar por un babydoll rojo pasión.

—No quería despertarte.

—No estaba dormida.

—¿Podemos hablar?

—¿Te da permiso tu novia? —Ya, Scar. No te vuelvas tóxica.

—Scarlet...

Abro la puerta para que siga y agradezco al cielo que mi mamá se haya ido a tener una noche de pasión con su Perbelardo. De lo contrario estaría aquí armando un interrogatorio que envidiarían los de la CIA.

Óliver se sienta en mi sofá y me mira fijamente, sin decir ni una palabra.

—¿Y? —pregunto de mala gana.

—Si quieres ir a cambiarte, te espero. Tranquila.

Su comentario me hace hervir la sangre y ni siquiera sé por qué. Si fuera sensata, iría a ponerme algo más presentable, algo que quiera quitarme porque quiere verme desnuda, no porque no quiere verme vestida así.

—Así estoy bien, estoy en mi casa y no esperaba visitas —respondo con tono grosero. Nunca me ha gustado que otros se metan con mi apariencia, a pesar de ser consciente de que es horrible.

—Sí, claro. Perdón. Yo...

Nuevamente el silencio.

—¡¿Qué?!

—Ay. Es que... En serio te ves graciosa con esa ropa. —No puede evitar por más tiempo la risa.

Furiosa, me paro de la silla y uso un tono de voz más alto que el que estoy acostumbrada a usar.

—Si viniste a criticarme, hay una serie muy buena que me está esperando en Netflix, así que adiós.

—¿Por qué no me dejas terminar? Te ves graciosa... pero sabrosa...

Tengo que reunir toda mi fuerza de voluntad para no soltar una carcajada. No esperaba que usara esa palabra, y mucho menos que hiciera esa cara, o que me mirara de esa manera.

Antes de que pueda reaccionar, me agarra de un pedazo de tela de mi pijama y me hala hacia él. Luego pasa sus brazos al rededor de mi cintura y me da un beso como los primeros que solía darme. 

Aunque me toma algo desprevenida, rápidamente le sigo el juego, empiezo a recorrer sus brazos con mis manos, luego su pecho... ¡¿Pero qué estoy haciendo?! Hay mucho de qué hablar antes de que esto se vuelva delicioso...

—Dijiste que querías hablar conmigo... —digo cuando logro separarme de él.

—Lo siento, es que extrañaba eso...

—Yo tam... Espera... ¿y Sabrina?

—De eso quiero hablarte. —Se sienta en mi sofá y me hace un gesto para que me siente a su lado. No quiero estar tan cerca de él por ahora, entonces me siento conservando una distancia prudente—. Quiero disculparme por mi reacción de la otra noche. Bueno en realidad, por toda mi actitud.

—¿Por qué estabas enojado?

Lo piensa un momento y responde después de suspirar profundamente: 

—Vi que uno de tus ex te invitó a salir y no tuviste problema con eso. Y la verdad, me dieron celos.

Eso sí que me deja sorprendida. No sabía que Óliver era un hombre celoso.

Doce estúpidos mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora