Ganarse la antipatía de un profesor es garantía de sufrimiento en la universidad. Por desgracia, el piropo que le hice a Suárez con su extraño nombre, tuvo el efecto contrario al que quise. Al parecer se dio cuenta de que casi suelto la carcajada al escucharlo. Desde mi cumpleaños, no ha hecho más que joderme la vida.
Desde hace dos meses, es decir, desde que me negué a cenar con él, me deja más trabajos que a los demás, o me manda a tomar fotografías en las condiciones más difíciles, que mis compañeros nunca serían capaces de tomar. Ni un fotógrafo profesional se atrevería a tomarlas, si hablamos claro.
Se nota que, más que nada en el mundo, quiere reprobarme. Pero no le voy a dar ese gusto. Eso jamás.
¿Que quiere que le tome fotos en primer plano al hocico de un león? Pues me cuelo en la jaula de uno en el zoológico para tomar la mejor foto de unos colmillos que pueden perforarte solo con mirarlos.
¿Que debo tomar fotos en una zona de guerra? Pues viajo hasta Siria con tal de no darle la satisfacción de verme repitiendo el próximo semestre.
Lo que más quiero en el mundo es convertirme en fotógrafa, y su materia es la última del pensum que debo aprobar para obtener mi título profesional.
—Hoy es un gran día, y ni Suárez puede arruinarlo —le digo a mi reflejo en el espejo para darme todo el ánimo que necesito. Es una costumbre que conservo desde niña, cuando a falta de un hermano o hermana para jugar, hice de mi reflejo mi consejera imaginaria.
Hoy será un gran día porque Suárez nos entregará los temas para el calendario final que debemos hacer, y que es uno de los requisitos para graduarnos. Después de ponerme la ropa más cómoda que encuentro en mi armario, empaco mi cámara y mi libreta de apuntes y tomo mi celular y mis llaves, salgo para la universidad. Llego tarde, como siempre.
—Señorita Alcalá... —La voz del profesor Suárez suena cargada de satisfacción, como si supiera algo que yo ignoro—. Retrasada, otra vez.
—¿Qué?
—Que le agradecería que fuera más puntual. Créame, a la gente no le gusta perder su tiempo esperando. Sobre todo si por lo que esperan no vale la pena.
La mitad de mis compañeros lo mira con asombro. La otra mitad me mira a mí, esperando mi reacción. Me contengo de voltear los ojos, pues la última vez que me descubrió haciéndolo me puso a fotografiar a su presumida y fastidiosa sobrina en su fiesta de cumpleaños. Sin pago y sin posibilidad de negarme.
Voy a mi asiento y mientras organizo mis pertenencias en la mesa, el estómago comienza a crujirme. Es como cuando un trueno te avisa que se acerca una tormenta. Últimamente me pasa cada vez que lo veo.
—Bueno, ahora que estamos completos, vamos a hablar sobre el proyecto final. Le daré a cada uno un tema y deberán diseñar un calendario. Su trabajo es hacer la sesión fotográfica, obviamente, escoger las mejores doce fotos, diseñar el calendario e imprimirlo igual que sería impreso si estuviera a la venta. No está permitido cambiar el tema. Tienen un mes para entregarlo.
Mis manos sudan y mi pierna izquierda se mueve sin control. Tengo un mal presentimiento. Todos los buenos temas seguro serán repartidos entre los favoritos de Suárez: Valentina, Roberto, Sebastián y Camila. A mí me va a mandar a hacer un calendario de pulgas posando, o algo así.
—Rodríguez —continua el profesor—, comidas italianas. Mota, sitios turísticos. Alvarado...
Así va entregándole a cada uno de mis compañeros un tema más o menos interesante, durante casi cuarenta minutos. A unos les tocaron animales, a otros comidas, a otros mujeres de treinta años, a otros gatos. ¡Gatos! ¿Y saben qué me toca a mí? Fotografiar a mis ex.
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Doce estúpidos meses
ChickLit¿Y si toda tu carrera dependiera de que tus guapos exnovios posaran para tu calendario? *HISTORIA DESTACADA DE FEBRERO 2021 POR EL PERFIL OFICIAL DE HUMOR* Scarlett sueña con convertirse en fotógrafa, y no dejará que nada ni nadie se interponga en s...