25. Un Pleito

2.9K 513 173
                                    

Mi cerebro se demora algo en reaccionar, pero cuando lo hace, me levanto como impulsada por un resorte.

—Lau ¡perdón! —Es lo único que puedo articular antes de que ella se aleje empujando gente y buscando desesperada la salida.

Voy tras ella mientras Héctor y Felipe me siguen. Silvana y Adrián se quedan en la mesa, no puedo ver haciendo qué. El sitio ya no está tan lleno, pero aún así no es tan fácil alcanzar a Laura, quien se pierde en la multitud.

Al salir del sitio la veo dando vuelta en la esquina y corro para alcanzarla. Hace un frío gélido a esta hora y dejamos dentro nuestras chaquetas.

—Laura, espera...

—Aléjate —me grita.

—Perdóname.

—No.

—No quise hacerlo.

—Pero lo hiciste.

—Y no debí, lo sé.

—En eso tienes razón, no debiste.

—Si pudiera acordarme de qué fue lo que hice mal, te juro que no lo volvería a hacer.

—Y si yo me acordara por qué estoy enojada, seguramente no podría perdonarte...

Estallamos en carcajadas al confesar que ninguna de las dos está lo suficientemente sobria como para enojarse o arrepentirse de verdad, así que finalizamos nuestro ataque con un abrazo.

—¡Sepárense! Ustedes son como hermanas, ¡no pueden pelearse así por algo tan tonto! —Héctor se acerca a nosotras muy preocupado, y nos separa con brusquedad. Felipe me agarra desde atrás y Héctor hace lo mismo con Laura, como si estuvieran evitando que nos reventáramos la cara. Segundos después se les unen Adrián y Silvana.

—No nos estamos peleando... —digo para calmarlos y me libero de su agarre.

—Sí, ya ni nos acordamos de por qué nos molestamos. —Laura hace lo mismo que yo.

—Pues fue porque...

—Shh. —Adrián interrumpe a Héctor—. Si ya no se acuerdan por qué pelean, es mejor que no digas nada.

—Debió ser por alguna pendejada —afirma Laura.

Adrián, Felipe y Silvana no pueden contener una tonta risilla y Héctor parece molestarse. Silvana nos entrega nuestros abrigos y bolsos y después de que nos los ponemos, pasa algo que nos desconcierta un poco.

—Pues se peleaban porque hice esto con ella y no contigo —asegura Héctor mientras mira a Laura y le estampa un beso muy apasionado.

—Uuuuuuu. —Empiezo a hacer un sonido similar al de una sirena. Pero de las de ambulancia, no de las bonitas que enamoraban marineros.

Laura y Héctor se separan y me miran con expresiones totalmente opuestas. Mientras ella tiene sus mejillas sonrosadas y su mirada muestra felicidad, él tiene pasión y lascivia en la suya. Era como estar viendo a Ricky Martin, pero menos homosexual.

—Bueno... Como esto se está poniendo rarito, voy por mi casa y me voy para mi carro. Digo...

—Vamos, yo te llevo —propone Adrián.

—Yo puedo ir sola. Estoy perfectamente.

—Uy, sí. Estoy seguro que no das ni cuatro pasos.

—Uff, hasta me pongo en cuatro.

Todos sueltan una carcajada y la mirada de Adrián me dice algo que me cuesta un poco entender, al principio.

—¡Quise decir que hago el cuatro, para demostrarles que no se me ha subido el licor! Mal pensados.

Doce estúpidos mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora