18. Un sueño

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«¿Por qué alguien me da martillazos en la cabeza?» es mi primer pensamiento de la mañana.

Luego abro bien los ojos, miro a mi alrededor y veo que estoy en la sala de mi apartamento. De inmediato caigo en cuenta de que no hay martillazos sino una resaca terrible.

Laura está en el sillón, con una cobija por encima, yo tengo otra. No recuerdo nada de la noche anterior y quiero beberme toda el agua de una piscina. Hace mucho no bebía tanto, ahora recuerdo por qué.

Me levanto lentamente pues el apartamento no ha dejado de dar vueltas. Miro a mi alrededor y siento que algo no está bien, todo está demasiado organizado. ¿Laura se habrá puesto a organizar? Es lo más seguro. Con ese espíritu de Mónica Geller que tiene... 

Me levanto de mi sofá, tratando de ser muy sigilosa para no despertar a mi amiga, pero desafortunadamente cuando me hicieron se les olvidó echarle coordinación y la fórmula, y me tropiezo con la mesa de centro, y hace un ruido horrible. Mi amiga se despierta asustada.

—¡Lo siento! —susurro lo más bajo que puedo.

—¿Y para qué susurras si ya me despertaste?

—Buen punto. ¿Cómo te sientes?

—Mal.

—¿Quieres un Alka-Setzer?

—No, me siento mal porque estaba teniendo el sueño más maravilloso de la vida, hasta que lo interrumpiste.

—¡Lo siento! —exclamo con sincera lástima.

—Te estás disculpando mucho hoy. ¿Eres de las que se portan mal borracha y se arrepiente enguayabada?

Ambas reímos. Sigo hacia la cocina y sirvo dos enormes vasos de jugo de naranja, para ella y para mí. Regreso a la sala, me siento a su lado y le paso el vaso de jugo.

—Bueno, y ¿se puede saber sobre qué era ese maravilloso sueño que interrumpí? —Doy un sorbo a mi jugo. Sabe a gloria.

—Soñé con dos príncipes... Pero literal, príncipes, como los de Disney, uno más joven que otro pero igual de papasitos, que venían y era como... Como si fuéramos la bella durmiente pero al revés...

—¿Al revés?

—Sí, en vez de despertarnos, nos hacían dormir.

—Ay, amiga, qué cosas sueñas. —Rio.

—Pff, regaña a mi imaginación... No tengo la culpa de tener esos sueños tan reales y placenteros.

—Bueno ¿y tú por qué andas soñando com príncipes si ya encontraste uno en la vida real? Yo sí debería estar soñando con príncipes... que no puedo tener...

No puedo evitarlo pero dejo escapar un par de lágrimas. Al principio salen tímidamente, pero después sale una cascada, acompañada de sollozos. Mi amiga se sienta a mi lado y me abraza.

—¿Cómo que no puedes tener? Si has tenido un montón de príncipes tú... hasta un calendario les estás haciendo...

Lloro más y más. Haber tenido tantos novios no significa haber tenido un príncipe como el de los cuentos o un protagonista de comedia romántica perfecta. Cuando le digo esto a Laura, trata de ayudarme a enumerar las cosas buenas que he vivido junto a ellos, incluso a Álvaro. Sé que trata de demostrarme lo feliz que he sido y que puedo volver a ser, así que hago mi mayor esfuerzo para calmarme hasta que se va a su casa.

En la tarde, llega Álvaro a mi apartamento a recoger sus cosas. Es totalmente frío conmigo; casi no pronuncia palabra, hasta que pregunta por su preciosa botella de Jack Daniels. Sé que me la bebí en un arrebato vengativo, pero no la veo por ningún lado, y tampoco sé qué decirle.

Doce estúpidos mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora