Capitulo 25:No quiero que se lo cantes a otro corazón.

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DAVIS

Millones de pensamientos inundaban mi cabeza hasta tal punto de querer estallar y desaparecer por completo en esa explosión.

Llevaba horas deambulando solo por la ciudad, lugar en el que pasé más de la mitad de mi vida, aquella ciudad a la que abandoné hace unos meses, pero los suficientes para olvidarme de algunos detalles como el olor de los parques, el color del cielo o el ruido del motor de los coches en movimiento. Deambulando sin encontrar nada que tuviera que ver con ella o con nosotros. Con nuestra historia.

Mi avión aterrizó pasado el medio día y las emociones estaban revoloteando en la atmósfera que me rodeaba provocándome nervios, preguntas e incógnitas que ni yo mismo podía responderme. Pero sobre todo anhelo por rencontrarme con mi pequeña, con el amor de mi vida después de tanto tiempo separados, sin tener noticias de ella. Con la ínfima esperanza de que en algún lugar remoto de su corazón se escondiera todavía algún tipo de sentimiento hacía mi, hacía lo nuestro. Porque yo si lo sentía, cada parte de mi cuerpo la necesitaba y más aún desde que me alejé de ella aquella noche del mes de junio, haciendo que me llenara de arrepentimientos y de dolor desde entonces.

Fui directamente a nuestro apartamento, no quería perder el tiempo, necesitaba verla. Pero mi sorpresa fue que todas y cada una de las cartas que había escrito y mandado estaban allí, colocadas y amontonadas en el viejo felpudo y todas sin abrir.  Me quedé allí durante un tiempo, esperando a alguien, llamando a la puerta desesperado... Pero no obtuve ninguna respuesta .

Cogí todas las cartas, metiéndolas en la pequeña mochila que traía conmigo desde Nueva York y me fui sin saber hacía donde dirigirme o hacía donde empezar a buscar.

De nuevo, llamadas sin respuesta a Josh me estaban haciendo perder la paciencia, y la preocupación volvía una y otra vez a consumirme haciéndome sentir pequeño e insignificante.

Miré en mi cartera, encontrándome un billete de cien dólares. Solo tenía dos opciones; volver a Nueva York con mi padre y rendirme de una vez.  Olvidarme de aquella chica de ojos verdes a la que  le apasionaban las novelas de romance o hacer algo para volver a encontrarme con ella, costase lo que costase.

- Arriesgarlo todo o no hacer nada.- pensé

Por una maldita vez, no iba a ser un cobarde, sería aquel loco enamorado de aquellas historias, aquel que arriesgaría cualquier cosa para conseguir algo, o puede que nada.

Levanté la mano, haciendo que un taxi se parara en seco y con impaciencia y nerviosismo me llevaría a mi segundo destino en Seattle.

Y puedo decir que no me arrepiento y que volvería a hacer todo lo que pasó a partir de entonces, porque ella me enseñó lo que era morir de amor y me sentía tremendamente agradecido por aquella lección que nunca llegaría a olvidar.  Porque ella era mi razón de ser, mi Alma. Y  si tenía que ser destruido en mil pedazos, sería un privilegio haberlo intentado por volver a tenerla a mi lado, aunque eso significase perderlo todo.

No tardé mucho en llegar a lo que había sido mi hogar durante varios años atrás. A cada paso que daba me quedaba con cada color que había, intentando almacenar en mi cerebro el mayor número de detalles posible. El ocre de las paredes, el verde de los árboles inmensos por los que alguna vez había trepado cuando era solo un niño. Respiré hondo, joder, lo necesitaba.

No tardé mucho en verla, estaba guapísima como siempre, sus vestidos florales, sus gafas de pasta fina. Corrí a abrazarla como si hiciese años que no la viera, aunque solo habían pasado unos pocos meses desde que me marché de su casa para irme con papá.

-!Davis¡ ¡qué haces aquí? Pensé que estarías con tu padre en la Gran Manzana jovencito.-Musitó mi abuela sin soltarme ni un poco, me gustaban sus abrazos, tan llenos de cariño y tan reconfortantes haciendo que cualquier pena, por lo menos durante unos instantes desapareciera del cuerpo.

Alma MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora