Capitulo 18: Talón de Aquiles

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MÍA

Aún estando en junio, seguía sintiendo a veces los escalofríos provocados por el suave viento de principios de verano.

Aun con esa sensación, seguía observando la noche, las estrellas y escuchando el ruido de las luciérnagas que buscaban algún contacto con la luz de los farolillos de colores que había situados en aquel gran patio.

Todo me recordaba a él, cerraba los ojos y se me venía a la mente aquella noche donde bailamos hasta el amanecer. Era mi mejor recuerdo de ambos, a veces, cuando disfrutaba del silencio o cuando me sentía en paz, lo recordaba una y otra vez.

Miré a mi alrededor, era la única que quedaba en la pista de baile, aquel pequeño niño había vuelto a dentro tras escuchar la voz de su madre llamándole.

Me sentía cansada, algo normal, después de tantas horas de pie y moviéndome de un lado para el otro, estaba sentada en una silla, descansando . Mis ojos se dirigieron al interior de la casa, para observar lo que había a mi alrededor; muchas personas, a las que a penas conocía, pero parecían amables, simpáticas. Ni rastro de mi rubio. Lo busqué con la mirada, y ahí fue cuando lo vi.

Estaba parado, con Trevor a su lado derecho. Ambos estaban quietos, en frente de una chica rubia, muy alta y delgada, con un vestido blanco que le llegaba hasta las rodillas, era bastante guapa y tenía la sensación de conocerla. Intenté recordar su cara, pero se me hacía imposible, no la había visto nunca aunque sabía que la conocía.

Fue ahí donde los ojos de Davis se cruzaron con los míos. Su mirada era diferente, más sería, fría diría yo. Su cuerpo estaba tenso, y se había desabrochado la pajarita. Miró a ambos y se dirigió con un paso firme y rápido hasta mi asiento, agarrándome la mano de una forma muy rápida, haciéndome que no me diera tiempo a reaccionar. Volví a mirar a donde estaba antes, pero Trevor y aquella chica habían desaparecido en un abrir y cerrar de ojos.

Ni siquiera me di cuenta cuando salimos de la casa.

-¿A dónde vamos Davis? Tengo que estar con Kate cuando partan la tarta del bebé.- Él seguía agarrando mi mano con fuerza, arrastrándome hasta el coche de Josh.

-Davis, ya.- Hice un movimiento en seco para apartar mi mano de la suya.

-No me encuentro bien, vámonos a casa.- No pestañeaba, y su mirada estaba fija en el suelo, agachando la cabeza.

-Y Josh, ¿no pensarás dejarlo aquí?.- Se quedó pensativo unos instantes, sin decir absolutamente nada. Sacó  su teléfono móvil y empezó a teclear.

-Ya viene, ahora ten, súbete al coche.- Abrió la palma de mi mano derecha y dejó las llaves.

-Ahora.- Decidí no decir nada, notaba su rabia, aunque no entendía el por qué. ¿Y si había discutido con Trevor y por eso estaban hablando antes? ¿Y si Trevor había engañado a Kate con esa chica rubia y él se acababa de enterar? O puede que estuviera enfermo de verdad, pero, hace una hora estaba bien. Abrí la puerta y me senté en el asiento del copiloto con la cabeza agachada y los brazos cruzados.

Josh no tardó mucho en aparecer y ambos se alejaron del coche. Estaban hablando de algo, aunque no lograba escuchar con exactitud de qué se trataba. Davis caminaba de un lado para otro con las manos en los bolsillos y el los mechones de pelo desordenados. Estaba gesticulando, moviendo sus brazos con movimientos bruscos, y Josh tenía los ojos abiertos como platos con una cara de preocupación.

Los minutos pasaban y ellos dos amigos seguían alejados del coche, aunque abriera la ventanilla, seguía sin escuchar nada, solo susurros, podía intuir que querían mantener un secreto, pero... ¿Qué clase de secreto?

Era la primera vez que veía a Davis tan asustado, tan silencioso.
Cuando me mandó al coche, supe que algo iba mal, puede que fuera un chico serio y solitario con todo el mundo, pero conmigo no. Yo era su talón de Aquiles, conmigo nunca había sido de esa forma, bueno al principio, pero cuando nos conocimos era una persona diferente a la de ahora, o eso pensaba hasta hoy.

Por fin Josh volvió al coche, abrió la puerta y se sentó de conductor, poniéndolo en marcha.
-¿Y Davis?.- Me quité el cinturón de seguridad para abrir la puerta pero ya era demasiado tarde, ya estábamos en movimiento por la oscura carretera.
-Josh para el coche, que narices está pasando aquí.-
-Davis tiene que encargarse de algo, me ha pedido que te lleve a casa.- No me miraba, al igual que Davis, su voz sonaba quebradiza, sabía que me estaban ocultando algo.
-Él me pidió que nos marcháramos a casa, ¿cómo vamos a irnos sin él?.- Sabía que me estaba mintiendo.
Entonces, apartó la vista de la carretera y me miró fijamente.
-Mía, ¿confías en Davis?.-
-Claro que sí.-
-No puedo decirte nada, ya que es una cosa de Davis, de su pasado, pero créeme, ha ido a solucionarlo para que ambos estéis bien.-

No volvió a dirigirme la palabra en todo el trayecto al apartamento.
No sabía como sentirme al respecto, si enfadarme o preocuparme por él.

Al entrar al apartamento una ola de desesperación entró por todo mi cuerpo. No quería dormir sola, estar sola en esa habitación. Josh tampoco estaba, se había ido, no sé a donde, aunque tampoco me importaba.

Las horas pasaban, y ya había perdido la cuenta de todas las vueltas que había dado al rededor de la cama. Le escribí sin obtener respuesta, decenas de llamadas inundaron su contestador.

Mis lágrimas se habían agotado, era incapaz de producir más. Mi cuerpo cansado me pedía a gritos que parara, que me durmiera, pero no podía, necesitaba escuchar su voz, que me dijera que todo estaba bien.

No paraba de pensar en aquella chica, algo me decía que era importante, que todo tenía que ver con ella. Sabía que se conocían, estaba segura.

Sus miradas estaban extrañamente sincronizadas, una mirada que nunca había visto. Sus cuerpos inmóviles ante la situación, una distancia prudencial, aunque no muy alejada, por lo que había confianza. Trevor también estaba allí, pero su comportamiento era diferente, sus ojos eran diferentes.

Volví a levantarme de la cama, esa vez para quedarme en el salón, con la mínima esperanza y esperando la remota posibilidad de escuchar el ruido de su llavero, indicando que había llegado a casa.

Pero eso no pasó, ni esa noche, ni en las siguientes.

Alma MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora