Capitulo 44: Rojo

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Nota de la autora: Nunca imaginé que llegaría hasta aquí, este es uno de los últimos capítulos de Alma Mía y el que más me ha costado escribir debido a las lágrimas que me ha provocado. Gracias, gracias de corazón.

DAVIS

Bailamos en nuestro sitio especial durante horas, todos estaban allí, todos nuestros familiares, nuestros amigos....
Algunos llevaban con nosotros años, otros se habían metido en nuestra historia no hace mucho pero que de una manera u otra... Habían estado presente durante toda nuestra relación.

-Será la última vez que bailemos esta canción antes de que seamos Marido y Mujer.- dijo Mía apoyando su cara en mi hombro. Las notas de The Night We Met sonaban detrás de nosotros.

-Pero nunca dejará de significar lo mismo.- la respondí.

Cuando acabó nuestra canción, Mía fue a saludar a su madre y a todas las chicas que seguían llorando desde la pedida de mano. mientras que yo, me aparté un poco para hablar con mi abuela.

-Sabia que podías.- No entendía muy bien a que se refería con eso. Pero si lo decía mi abuela, seguramente tenía razón, siempre la tenia.

-¿Que quieres decir?.- Dije mientras la agarre para invitarla a bailar.

Ella aceptó.-Que no cantarías esa canción a otro corazón, lo conseguiste cariño.-

-Gracias por hacer que no me rindiera abuela, te quiero.-

-Yo también hijo.-

después de algunas palmaditas en la espalda de Josh, Trevor y mi padre y algún que otro sollozo de mi madre, seguimos con el plan que había preparado y todos se marcharon en sus coches para dirigirse a un famoso restaurante donde había reservado unas semanas antes para cenar todos juntos allí.

-¿Ahora a donde vamos?.-

-Hay que celébralo con una cena, así que entra rápido, o nos quedaremos sin sitio.-

Las luces de la ciudad de Seattle comenzaron a encenderse a nuestro paso, como si nos estuvieran esperando. Nunca me había gustado tanto esta ciudad como hasta ahora; La Ciudad Esmeralda. Ahora no solo era un mero sitio para quedarme hasta terminar la universidad, para luego marcharme con mi padre a Nueva York, ahora era mi hogar, bueno, nuestro hogar.

-Pequeña, no te he dado el anillo al final.- Rebusqué en el bolsillo de la chaqueta para sacar la cajita.

-No te preocupes, guárdalo tu, al menos hasta que entremos al restaurante... no quiero que se rompa o que se pierda en esta limusina y se quede entre los sillones acumulando pelusa durante los restos. -Y acepté esa proposición sin saber que sería el detonante de la oscuridad en su vida y en la mía.

No tardamos mucho en llegar, el sitio era espectacular y por lo que había oído, tenía muy buena reputación. Algunos aparcamos en el parking que había no muy lejos de la entrada y otros tuvieron suerte y en esa misma calle pudieron dejar los coches.

La noche pintaba increíble, o eso pensaba.

MÍA

-Sabia que Davis os lo había contado todo...¡MENTIROSAS!.- Todas se rieron ante mis acusaciones mientras que las apuntaba con el dedo.

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