Capitulo 24: una vida fácil

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MÍA.

-Ey déjamela un rato más.-

-Jamás, ven con el tío Josh, Oli.-

-Se llama Olivia, deja de llamarla así, la vas a confundir ¿verdad que si preciosa?.- No podía dejar de mirarla. Era irresistible a la vista de cualquiera. Ya podía verse el intenso rojo fuego que tendría en su pelo en unos pocos meses, y sus ojos eran como los de Trevor; muy muy oscuros.

Todavía me acuerdo de aquel día como si fuera ayer. Josh, Kate y yo estábamos en el nuevo apartamento, contándonos todo lo nuevo que nos había ocurrido. Mi desastrosa ruptura, su reconciliación con Josh... Hacía meses que no la veía. Desde junio más bien. La había echado de menos, ya que en pocos meses se había convertido en mi mejor amiga, en mi confidente, en mi apoyo. Al igual que ese chico con una barba de tres días y con ojos marrones que estaba sentado a mi lado, por lo que me emocionaba poder estar con mis personas favoritas en la misma habitación sin ninguna discusión, sin gritos, sin peleas y sin llantos.

Me contó sobre el nuevo trabajo de Trevor en una compañía de electrónica muy prestigiosa y lo orgullosa que se sentía por él, por mejorar día tras día para dar la mejor vida posible a ella y a la futura niña que venía en camino.

Fue entonces cuando Kate empezó a sentir un dolor agudo en la espalda y en un abrir y cerrar de ojos, nos veíamos en el coche de Josh, con Trevor de copiloto y ambas en la parte trasera del coche, mientras se escuchaban gritos; muchos "ponedme la maldita inyección ya" y "respira hondo, ya casi llegamos". Nunca había experimentado algo tan maravilloso como esto. El parto de mi mejor amiga. Pude cogerla la mano durante todo el proceso, durante todas las horas en aquella fría habitación y también cuando Olivia por fin estaba con nosotros. Nunca había visto una mirada tan sincera como la de Kate hacía su hija. Lágrimas por todo su rostro, pero no de tristeza, sino de alegría, una alegría que nadie sería capaz de explicar con palabras, nisiquiera ella misma.

Ya habían pasado casi dos meses desde aquel día, desde aquel 6 de noviembre, yo era un poco más feliz. Tenía una razón para levantarme de la cama. Ellas dos eran mi razón.

Josh estaba a mi lado acunando a Olivia mientras que Kate se daba una ducha rápida, era el único momento del día cuando podía tener un momento para ella sola.

-¿Trevor va a tardar mucho? Porque este sushi tiene una pinta increíble.- Dijo Josh mientras miraba el plato de comida con ojos de deseo.

El timbre sonó y Josh me miró, llevábamos tanto tiempo siendo compañeros de piso que sabía exactamente lo que quería decirme solo con eso, con una mirada.

-!La tía enrollada acaba de llegar a la fiesta¡- Alexia ni siquiera se molestó en saludar y se dirigió directamente a donde estaba Josh, cogiendo en brazos a la niña rápidamente.

-Alexia, tus modales siempre son impresionantes.- Josh, se limpió su camiseta blanca que estaba llena de babas.

-Si dices tantas tonterías no puedo escuchar a esta niña tan bonita que tengo aquí.- El tono sarcástico de Alexia se había convertido en un tono de lo más infantil y divertido. Algo que me gustaba mucho de ella, aunque a Josh le sacara de quicio.

....

Trevor no tardó mucho en llegar y sentarse a la mesa. Cada viernes, desde el nacimiento de Olivia, nos reuníamos en la casa de Kate y Trevor y pasábamos allí las horas hasta la media noche.

Me encantaba aquel sentimiento de pertenecer a algo, de un grupo. Pensé que salvo Kate ninguno volvería a dirigirme la palabra, que me convertiría en una mancha en sus vidas. Pero no fue así.

Me encantaban esos días. Estar con todos ellos, me recogieron del suelo al caer en lo más profundo. En cierto modo me salvaron de perderme a mi misma y estaba muy agradecida por ello.

-Voy a por algo de beber, ¿necesitáis algo?- Josh negó con la cabeza mientras yo me levantaba para ir a la cocina. Me serví una copa de vino blanco, y volví con ella en la mano a la mesa del comedor donde ya estábamos todos. Hablamos sobre cosas de lo más triviales y sobre algunos nuevos proyectos que tenía Trevor en aquella nueva empresa , y también hablamos de Kate, y su drástica decisión de dejar el cuarto año de carrera a la mitad. Estar con ellos era algo cómodo, fácil. Algo que desde hacía algunos meses era lo que me gustaba de la vida. Nada de complicaciones, nada de riesgos. Práctico, sin sentimientos de por medio.

La noche se nos echó encima y con ello algunas copas de más.

-Chicos, por mucho que me duela deciros esto, creo que es hora de irme.-Añadí mientras que bebía el último sorbo de vino blanco que quedaba en mi tercera copa de la noche.

-Venga ya Mía, mañana es domingo.- Intervino Trevor.

-Tengo que rellenar todos los formularios porque...

Todos se encogieron de hombros mientras que se miraban entre si.

-La semana que viene empiezo con las prácticas en un bufete de abogados de los abogados más importantes de Seattle. -les dije.

Kate fue la primera en reaccionar levantándose de su asiento con los brazos abiertos para darme un abrazo, seguidos de Kate, Trevor, y por supuesto Josh.

Hubo gritos de felicidad, aunque no muy altos para no despertar a la pequeña Olivia y muy a mi pesar otra copa para hacer un brindis por mi nuevo trabajo, aunque ya habíamos perdido la cuenta de todo el alcohol que llevábamos en nuestro organismo, sin contar a Kate claro, que llevaba toda la noche bebiendo de un brick de zumo de naranjas ya que todavía no podía beber alcohol y con cada copa, ella nos echaba una mirada desafiante por no poder hacer lo mismo.

Hacía un par de días que me comunicaron la noticia, pero tenía ganas de esto. De estar todos juntos y compartir mi felicidad con todos ellos.

No nos quedamos mucho tiempo más. Aunque Josh y yo salimos detrás de Kate ya que nos quedamos un rato más despidiéndonos de la niña.

-Cuéntamelo todo en cuanto llegues el lunes a las practicas, y espero detalles-

-No te preocupes Kate, lo haré.- le dediqué una sonrisa y salimos de la puerta en dirección a la calle donde teníamos aparcado el coche.

Pero aquella sensación de felicidad no duró mucho.

-Ostia puta.- Masculló Kate mientras giró la cabeza para mirarme.

Toda la paz que había conseguido reunir después de tantos meses de guerra conmigo misma, aquella vida fácil y sin complicaciones, se desmoronó en un abrir y cerrar de ojos al estar cara a cara con ese chico de ojos azules y pelo dorado que había significado todo y que me dejó sin nada. Aquel que me enseñó el significado de amar y de odiar y el cual me bajó las estrellas una noche mientras bailábamos al compás de ellas.

-Mía.- Había olvidado como mi nombre sonaba en sus labios, y me dolía, me dolía más que una flecha atravesándome el costado.

Alma MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora