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El Sol comenzaba a desplegar sus pequeños rayos por el este y se filtraban por los grandes ventanales de la mansión Black anunciando que eran cerca de las 06:00 AM Alexander junto con Marco y Steve hacían llamadas desesperadas y mandaban gente a rastrillar el lugar y toda la ciudad. Si eran necesarios helicópteros, no cabía duda que lo haría.

Ninguno en aquel lugar pudo pegar un ojo, salvo Aurora, quien logró dormir apenas 20 minutos sobre el sillón que ante semejante tensión comenzaba a resultarle incómodo. No podía quedarse quieta y esperar a que su hija aparezca, tenía que hacer algo, y ella también tenía contactos, algunos más importantes que los de su esposo. Pero la impotencia seguía carcomiéndole el organismo. Hacía horas que Alexander había salido con sus dos hombres y todavía no habían regresado, lo cual comenzaba a preocuparle.

Alexander se encontraba en la zona céntrica de la ciudad de Los Ángeles, yendo a reunirse con otro gran empresario, compañero de negocios, y no solo de los negocios limpios. Zac, era la segunda cabeza de de Alexander, quien se encargaba de remediar los errores que éste hacía. Pues ahora había que remediar uno un poco más grande.

- A ver, déjame entender.- dijo Zac mostrando sus palmas luego de escuchar la larga explicación de su colega.- vendiste la droga.- Alexander asintió.- ¿qué mierda has hecho con el dinero?

- Compré de otra droga, una que viene del exterior, me dijeron que es nueva y está saliendo mucho.

- ¿Y desde cuando te largas en el negocio de las drogas por tu cuenta? A ver Black, el negocio no es complicado, te dan un paquete, la vendes, se divide el dinero y todos felices. No es un juego de niños, una mínima tontería acaba con tu familia.

- Lo sé... lo sé.

- Págale y termina con todo esto.

Marco dio un paso al frente para meterse en la conversación.- No creo que ahora sea tan fácil.

- ¿Por qué lo dices? - volteó Alexander extrañado.

- No es un contrincante fácil, probablemente pida más.

- En eso tiene razón.- dijo Zac a Alexander refiriéndose a su hombre.- Déjame decirte Black que como colegas que hemos sido por años, tengo el poder de decirte que cometiste una idiotez, y más sabiendo como es Leto. Ahora ve, sigue buscándola, yo haré mi trabajo y te aseguro que la encontraremos.

Alexander asintió, a pesar de siempre haber sido el jefe, el que da las órdenes, Zac era su igual, entre los dos podían decirse las cosas de frente y jamás pasaría nada. Los tres hombres salieron de aquel lugar y se dirigieron cada uno por su lado ya que Black les había dado permiso de volver a sus casa con la condición de seguir investigando. 

Pero Marco no volvió, dio algunas vueltas por el centro y finalmente volvió con Zac, quien lo esperaba sentado en su despacho con los pies sobre su escritorio y un vaso con whisky en su mano derecha.

- El anciano se está desesperando.- rió Zac sin mirar a Marco y bebió de su whisky.

- Así parece, y solo han pasado horas.

- Jamás creí que lo vería en estas condiciones, pobre hombre.- dijo en un tono sarcástico.- Llamó Dylan.- se puso en postura seria y dejo el vaso sobre la mesa. No obstante sacó un bolso y se lo extendió.- Hoy cuando vayas harán el traslado.

- No me informaron de ningún traslado.

- Una pena. Irán a la casa que tengo a las afueras de Los Ángeles. Bien lejos de todo y de todos. Jamás la encontrarán ahí, esa casa no existe para nadie. En ese bolso hay dinero, por si las dudas. Y dile a tu amigo Leto que tenemos una charla pendiente, quiero saber qué piensa hacer con esa zorra.

- Bien. Por ahora la haremos sufrir un poco, cuando Black pague, quedará todo en manos de Jared.

Los dos hombres se despidieron y ahora si Marco se dirigió a su apartamento a unas siete cuadras del lugar. 

Su casa era aquel lugar desordenado al que solo acudía dos días semanales y que no conocía la luz natural. Prendió la luz y se tiró en el sofá, para poner su mente en blanco. Se relajó, luego se dio un baño y finalmente, llegadas las diez de la mañana decidió llamar a Jared. 

- Cuéntame, y que sea rápido.- habló en un tono seco y firme.

- Ya fue corriendo hacia Zac. 

- Genial, ¿qué más? 

- La droga.

- Dime.

- La vendió y con el dinero compró en el exterior. Una nueva.

Jared respiró hondo, tratando de manejar su enojo.- Maldito.- dijo.- Ven, supongo que Zac ya te informó, vamos a trasladarnos.- colgó. 

Marco pasó sus manos por el rostro. Esta situación de estar entre dos bandos le ponía los pelos de punta. Ordenó un poco más aquel apartamento y salió rápidamente en su auto, tomando la ruta más rápida que conducía directamente al descampado en donde se encontraba el inmenso galpón.

Dylan lo esperaba en la puerta, vigilando todo el lugar y vigilándolo a él.- Pasa.- le dijo y Marco, sin siquiera saludarlo, se adentró al lugar.

Dentro, Leto lo esperaba con la joven tomada de un brazo.

- Al fin llegas.-dijo desplegando una agradable sonrisa y extendiendo el brazo para recibir el bolso con dinero.

- Tu amiguito Dylan está tomando una postura que no me agrada.

- Lo sé, mi querido amigo, pero por ahora me sirve, ¿sabes? - pausó y miró a Claire de arriba a abajo, quien no llevaba consigo la frazada. Volvió a mirar a Marco y alzó las cejas sonriendo mostrando sus dientes.- Llévala al auto, haré mi pequeña llamada amistosa.

Marco asintió y tomó a la joven del brazo, arrastrándola hacia afuera. 

El tacto de Claire había tomado un sentido protagónico en ella, las manos que recién la sostenían, las de Jared, tenían suavidad y a la vez eran ásperas, aunque tibias y en cierto punto simulaban protección. En cambio, las que ahora la tomaban, las de Marco, eran ásperas, frías, lastimosas, y eso provocó más angustia en el cuerpo de ella. 

Marco abrió la puerta del auto y bajó los seguros para que no se puedan abrir desde adentro. Luego le hizo una seña a Dylan y éste asintió y se adentró al vehículo junto con el. Los dos en los asientos delanteros. 

Leto tomó su teléfono y marcó el número del empresario con suma tranquilidad, se tomaba su tiempo entre cada pulsada en su pantalla táctil. 

- ¿Eres tú? - dijo Alexander en tono inseguro en cuanto descolgó.

- Mi querido y estúpido Black.- dijo alegremente, como si fuera su mejor amigo con quien estaba hablando.- ¿Cómo van las cosas por allí?¿Su esposa? No la debe estar pasando muy bien ¿verdad? - hablaba en tono burlón.

- No estoy para bromas, te pagaré, devuélvemela.

Leto largó una risa rasposa.- ¿Te piensas que será así de fácil? - volvió su expresión seria de repente y apretó sus puños.- Déjame decirte una cosa, Black, esto no es solo por la droga, ¡me importa un cuerno la droga! Pero fue la excusa perfecta para devolverte lo que me hiciste. 

- ¿De qué hablas?¿Qué le harás? 

- ¿Sabes? Hay algo en tu hija que no me gusta, esa soberbia de tenerlo todo. Tiene un mundo color de rosa.- frunció el ceño marcando asco.- Así que le haré ver que no todo es lindo, que su padre no es quien dice ser. Le haré pasar el mismo infierno que me hiciste pasar a mi.

- ¿Qué mierda le harás?

- Lo mismo que le hiciste a él.

- ¿A quién?

- Ya sabes a quien.- pausó para tragar un pequeño nudo que se le estaba formando en la garganta y prosiguió.- Así que... solo llamé para hablar respecto al dinero que me debes, quiero el doble.

- ¡¿El doble?!

- Cuanto más tardes, peor será para tu princesita. Y te daré un consejo.- rió canónicamente y luego susurró.- apúrate.

Silent ScreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora