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En la oscuridad de aquella habitación, el techo yacía infinitamente negro sobre Claire, quien aún se mantenía despierta, a la defensiva de cualquier movimiento dentro o fuera de la habitación.

Esperaba que ese sea el fin de todos los días, creía estar volviéndose loca. Ya casi estaba amaneciendo y no había podido pegar un ojo, ni siquiera una pizca de sueño la obligaba a pestañear con cansancio. Sus ojos estaba secos, y sus pestañas probablemente endurecidas, tenía una mezcla de sentimientos en el pecho que no la dejaban casi respirar, y su cuerpo no podía calentarse bajo las cobijas; seguía frío, rígido.

Decidió sentarse apoyándose sobre el espaldar de la cama, mirando las pequeñas líneas de luz que se comenzaban a filtrar por las endejas del gran ventanal a su derecha.

El silencio parecía hacer demasiado ruido en sus oídos, oyendo un pitido constante que la torturaba lentamente. Sentía ganas de llorar, pero las lágrimas seguían guardadas, como si nunca más quisieran volver a salir. Creía que había llorado tanto que ya no podría volver a llorar jamás.

Escuchó unos sonidos fuera de la habitación, en el pasillo, justo delante de su puerta, y Claire abrió los ojos como platos, a la expectativa de lo que pasaría. Su piel se puso de gallina y sus vellos estaban erizados en puntas afiladas. Cualquiera que sea, Marco o Jared, sabía que no era nada bueno, y hacía que su pecho se cerrara de angustia.

Los ruidos cesaron, probablemente era Marco que recién se levantaba e inevitablemente pasaba por su puerta para así bajar. Su respiración se calmó un poco, al menos su sistema parasimpático seguía funcionando. Dio un último suspiro hondo y con el cansancio de no haber dormido ni siquiera cinco minutos, se levantó y se dirigió hacia el baño.

Cerró la puerta y se encontró frente a aquel gran espejo frente al lavabo, el cual reflejaba un rostro demacrado y desmaquillado solo con una lavada con agua. Unas ojeras que parecían estirarse aún más y unos labios curvados dejando ver la tristeza que en conjunto con sus ojos era casi suicida. Su cuerpo estaba con un pijama de hombre que había encontrado en el ropero de la habitación, y puesto en un cuerpo tan delgado sobraban espacios vacíos por todos lados, que se llenaban con el frío del ambiente.

Volteó la vista hacia la bañera y el nombre de Dylan aparecía escrito por toda la blancura de la tina, en flashes que solo ella imaginada, realmente parecía estar volviéndose loca. No quería volver a tocar esa bañera en su vida, pero tampoco se animaba a transitar por los pasillos de la casa, así que abrió el grifo y el cuarto de baño se llenó vapor caliente que ayudaba a respirar con más facilidad a la joven pelirroja.


Marco terminaba de bajar los últimos escalones colocándose su saco negro para ir a trabajar a la mansión Black. Miró hacia el sillón, Jared seguía en la misma posición, sin saber si en algún momento de la madrugada, pensó que hacía se había mantenido toda la noche, cosa que viniendo de él, no le sorprendía.

Caminó hacia el sofá, justo atrás de Jared, y cuando iba a tocar su hombro, inclinándose un poco, éste habló.

- Trata de no desaparecer constantemente de la mansión.- espetó Jared con la voz ronca.

- Lo sé.- respondió volviendo a su postura.- Ahora mismo iré.

- No quiero que levantes sospechas, si necesito algo, te llamaré.

- Vale.

- Ah.- habló antes de que Marco se fuera.- Y haz algo con Amy, no quiero que se meta y arruine mis planes.

No hubo más palabras en la conversación, ya que Jared parecía de un humor letal, y Marco no quería iniciar discusiones por nada.

Jared quedaba nuevamente solo, en el silencio de la sala de estar. No le había contado a Marco sobre la llamada telefónica, y tampoco lo haría. Shannon además de ser su hermano, era el mejor amigo de Marco, y si se enteraba que se había hecho pasar por él, Marco iniciaría una discusión interminable. Y lo conocía, no era bueno eso.

Silent ScreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora