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La mansión no dejaba de tener su aire lúgubre y afligido, con las cortinas bordó de los ventanales que llegaban del techo al suelo y las baldosas opacas y oscuras ante las luces apagadas, lo único que iluminaba la gran escalera principal y el hall de entrada eran las blancas paredes, y las luces del despacho de Alexander. Amy hacía sonar sus botas cortas color azul marino sobre las baldosas en dirección a las puertas de la única habitación iluminada, mientras se sacaba unas últimas lágrimas mezcladas con el rimel y el delineador, dejando un camino negro sobre sus mejillas. Sus pasos generaban un eco por toda la estancia, como si ésta estuviera completamente vacía, y producían un vacío en los oídos de la joven haciéndola sentir más sola que nunca. Cómo extrañaba a su mejor amiga, cómo le gustaría estar con ella en ese momento. La necesitaba a sobremanera, y quería hacer hasta lo imposible por encontrarla.

Ensimismada en sus pensamientos se topó con la puerta del despacho a tan solo unos centímetros de ella. Del otro lado del vidrio se veía una sombra moverse con incomodidad y no dudó en golpear sus nudillos levemente para poder pasar. La sombra del otro lado se quedó quieta por un momento para luego ir haciéndose más grande a medida que se acercaba a la puerta.

- Mi querida Amy...- le sonrió Aurora desde adentro y se corrió a un lado para dejarla pasar.

Amy se limitó a sonreír con debilidad y visualizó el escritorio de Alexander repleto de mapas y documentos importantes. Eran casi las diez de la noche y las únicas habitantes que quedaban no podían pegar un ojo por más de cinco segundos sin que se le vinieran a la mente las imágenes de todo el horror que venían pasando. Así, pasaban el ochenta por ciento de la noche deambulando por los interminables pasillos y recovecos de la mansión. En especial Aurora, quien no podía soportar quedarse en cama con la inquietud de no buscar a su hija, pasaba todas las noches bebiendo de la pequeña barra de alcohol en el despacho de su difunto marido y revolviendo cualquier documento y contacto que pudiera ayudarla a dar con el paradero de su hija.

Se sentía más sola que nadie, perdiendo su familia de las peores maneras, perdiendo la vida que había formado con su esfuerzo y empeño. Pasaba las noches con su marido y las tardes con su hija, ahora pasaba ambos momentos dejando caer lágrimas sobre los papeles que investigaba.

Aurora observó como Amy detallaba cada objeto sobre el escritorio con suma concentración, como si intentara descubrir algo secreto y sonrió de lado con una expresión melancólica y cansada en sus ojos.- No logro entender una oración de estos papeles.- habló acercándose a su lado apartando algunas hojas.- Meses y meses de negocios impresos en estas hojas, quién diría que tendría que estar ahora revisándolos uno por uno.

Amy tomó una de las hojas y la miró de cerca, leyendo su contenido.- ¿Cómo es que nunca nos dimos cuenta de todo esto? - habló por primera vez en horas. Aurora se encogió de hombros como respuesta.

Hojas y hojas de estadísticas, contactos, transacciones, compras y ventas de drogas y sus "paquetes" a lo largo de un año. Entregas y pérdidas, cruces en color rojo marcando que habían asesinado a varios clientes por no cumplir con lo que debían, tildes azules cuando pagaban y triángulos verdes cuando las transacciones debían esperar por problemas externos. Cada detalle impreso y escrito en esas hojas, líneas infinitamente largas sobre los mapas marcando viajes de hasta más de mil kilómetros, hojas de años que condujeron todo al caos. Volvió a dejar el papel sobre la mesa y frunció el ceño tratando de esconder unas pequeñas lágrimas.

- ¿Has descubierto algo? - volvió a hablar.

Aurora negó con la cabeza mirando su vaso con whisky que tenía entre sus manos.- No, si hubiera descubierto algo no estaría aquí.- suspiró con cansancio.- Solo algunos indicios, pero nada concreto.

Silent ScreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora