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Una voz muy lejana lo llamaba. Repetía su nombre constantemente y sentía que lo sacudían y palmeaban el rostro. Su cuerpo no respondía, sus músculos estaban entumecidos. La piel del rostro le tiraba a causa de la sangre seca, y los golpes en su mejilla y ojo izquierdo le dolían horrores. 

- Marco... Marco...- aquella voz, masculina por cierto, lo seguía llamando. 

Se iba haciendo más cercana, más familiar. Abrió los ojos, pero era como si no lo hubiera hecho, todo allí era negro, pero de a poco su vista fue aclarándose, hasta ver el rostro de Zac arriba del suyo. 

Estaba tendido en el suelo, con las sogas a un costado, previamente desatadas por Zac.

- ¿Qué rayos? - preguntó Marco, seguido de un gemido de dolor en su mandíbula. 

- Eso me pregunto.- contestó Zac.

Era obvio que estaba actuando, Jared ya le había informado acerca de lo sucedido, o al menos su versión distorsionada, sin contarle el por qué de no haberla matado tal como era el plan. 

- ¿Dónde está Leto? - intentó levantarse, y a duras penas logró arrodillarse y mantenerse sostenido por Zac.

- No lo sé, ¿qué ha pasado?

- Maldito hijo de puta, lo mataré.

- ¿Qué mierda ha pasado? 

- ¡No la mató! ¡No siguió el maldito plan!

Marco se levantó de un salto, con sus músculos y huesos doliendo por todo el cuerpo, y comenzó a subir las escaleras con extrema dificultad. 

- Cálmate un poco, Marco.- trataba de apaciguar un poco las aguas, pero era en vano, a pesar del dolor de los golpes Marco salió de aquella habitación dispuesto a encontrarlos a ambos. 

Claire llevaba horas despierta, había dormido apenas unas pocas horas y muy mal. Cuando lograba centrarse en el sueño, Jared y todo lo ocurrido regresaba a su mente para mantener sus ojos abiertos y sin cansancio. 

Estaba de costado, mirando hacia él, quien estaba boca arriba. 

Su delgado brazo estaba sobre su abdomen, y con la yema de sus dedos podía acariciar cada uno de sus abdominales. 

Su piel era suave, tan suave que le daban cosquilleo en sus dedos al pasarlos. Tan suave como aquellos vestidos de terciopelo que vestía en los eventos más impostantes. Tan suave que la hacía olvidar la clase de persona que la poseía, poseía esa piel, y la poseía a ella. Jamás había apreciado ese tipo de piel, era tan delicada que parecía cuidada por un dios o algo. De pronto se encontraba de nuevo deseando a ese hombre, y ese cuerpo sobre ella. 

Miraba su perfil levemente inclinado hacia ella, la luz del día comenzaba a aparecer y se reflejaba en sus facciones, convirtiéndolo una vez más en la fuente de su deseo. Parecía que sus labios desaparecerían, eran delgados pero aún así eran llamativos. Se acercó unos centímetros a su boca, quería besarle, abrazarlo, sentirlo, pero se detuvo justo a un segundo de hacerlo. Sin saber por qué, sin haber una razón, solo volvió a su postura inicial. 

Sus piernas estaban juntas, y sentía los vellos de la pierna de Jared acariciando su suave piel. Las sábanas estaban tibias, y el cuerpo de Jared emanaba ese calor del cual no quería alejarse jamás. No quería levantarse nunca de allí, solo quería permanecer abrazándolo, sintiendo su piel como la base de sus sentidos, aquel tacto que solo ella probablemente había sido la única que lo había apreciado de esa forma. 

Rato después, ya llegando al mediodía, Jared parecía despertarse, sentía un aroma familiar que poco a poco se iba concentrando más en sus fosas nasales. Era aquel perfume del shampoo de Claire, y de repente, cuando abrió los ojos, se encontró con su ahora negro cabello muy cerca. Ella estaba muy cerca, su brazo derecho estaba sobre su abdomen, y tenía los ojos cerrados, pero no estaba durmiendo. 

Silent ScreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora