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Aquella madrugada parecía más lúgubre de lo normal. Las cortinas no se movían frente a los grandes ventanales de la mansión, las copas de los árboles no danzaban, no se escuchaba llegada alguna del viento.

Las luces del despacho de Alexander seguían prendidas, lo cual le pareció extraño a Aurora, quién con su insomnio común desde la fiesta de año nuevo, merodeaba por los pasillos de la mansión.

El silencio de la sala en la que se encontraba la ensordecía, apenas escuchaba sus pasos en las baldosas frías.

Sintió un golpe en el pecho, una angustia que le recorría cada vena de su cuerpo y se alojaba en el centro de su sistema circulatorio. Sus pasos eran temblorosos y no sabía exactamente por qué.

Abrió la puerta corrediza del despacho, todo estaba intacto, pero no había nadie, al menos a la vista. Recorrió la mirada por el lugar, no había nada, pero aún así su angustia seguía clavada como estaca en su pecho.

Se le pasó por la cabeza que su esposo se había ido a dormir, que había olvidado apagar la luz y cerrar con llave la puerta. Pero esa idea se esfumó cuando vio su teléfono celular sobre el escritorio. Frunció el ceño y se adelantó varios pasos hasta alcanzar el teléfono con sus manos, y tras tocar el botón plateado en el lateral del aparato, prendió la pantalla y vio que tenía varias llamadas perdidas de Zac. Siguió husmeando el teléfono, hasta que se percató de una presencia en la habitación. Una presencia extraña, fría, inmóvil. Aurora percibía con el rabillo del ojo y no notaba ni siquiera la respiración del sujeto que estaba en la misma habitación que ella.

No quería voltear, sentía repentinas ganas de gritar auxilio pero el miedo se apoderaba de sus cuerdas vocales, sabía que lo que estaba pasando no era bueno. Volteó levemente la cabeza, y con solo bajar unos escasos centímetro su mirada, se dio cuenta que la presencia que tanto temía era la de su marido en el suelo, sin vida, y con un charco de sangre a su alrededor que aún seguía moviéndose, desparramándose por el suelo mientras lo teñía de un rojo oscuro.

Quiso gritar, pero entonces su voz volvió a quedarse atascada en su garganta.

- Cielo santo.- dijo mientras empezaba a llorar y desesperarse.

Se acercó rápidamente a Alexander para examinarlo, éste comenzaba a mostrar una piel pálida, con sus ojos abiertos mirando de forma inhumana el techo, con sus pupilas dilatadas sin que se viera casi el iris.

Automáticamente sintió una sensación de repulsión y con ella salió un grito de espanto de su garganta. Un grito interminable, seguido de otro que se entrecortaba con el llanto que salía con gran presión de sus ojos.

Marco aún se encontraba en la casa, no pensaba irse todavía, tenía varios planes por concluir allí, y uno de ellos era observar cómo todos se volvían locos ante la inesperada muerte de Alexander. Al escuchar loa desgarradores gritos de Aurora, una sonrisa triunfante se dibujó en su rostro, pero no por mucho tiempo.

Se levantó de la cama cuidadosamente, sin despertar a Amy, quien dormía a su lado, y se dirigió a toda prisa hacia el piso de abajo.

Poniéndose una chaqueta negra, se topó con la angustiada Aurora que no paraba de llorar y gritar sin que se le entendiera ni una palabra. No sabía bien qué hacer en ese momento, la pobre mujer no dejaba de gritar desesperada que su marido se encontraba muerto en su casa. Simuló estar atónito, tratando de asimilar la situación y se encaminó rápidamente al despacho. 

- ¡Ahí está, ahí está! - decía Aurora señalando el cuerpo. 

- Mierda.- susurró Marco, y seguido de esto llamó a los demás hombres. 

En cuanto los hombres entraron a la pequeña habitación, Aurora empezó a gritar y atentar contra ellos, estaba desesperada, su hija secuestrada y su marido muerto, sin saber que el causante de todo esto era el que ahora mismo la estaba abrazando para tratar de que se calmase. 

- Tranquila, señora.- decía mientras la miraba a los ojos, pero era en vano, era imposible calmarse ante todo lo que le estaba sucediendo. 

Las palabras simplemente no salían de la boca de la mujer, lloraba y gritaba, mientras que los restos de maquillaje que le había quedado de la tarde terminaban de irse con las lágrimas. 

Marco se estaba poniendo nervioso, todos los gritos y toda la gente en el mismo lugar lo estaban sacando de sus cabales, y necesitaba salir de allí. Se pasó las manos por el rostro y salió del despacho. El aire allí se encontraba más frío, pero no sentía frío, tenía una extraña sensación que no podía explicar. 

Subió rápidamente las escaleras y se dirigió hacia la habitación junto con Amy, ésta se encontraba vistiéndose rápidamente escandalizada con los gritos aterradores en el hall principal.

- ¿Qué mierda pasa allí abajo? - preguntó en cuanto Marco apareció por la puerta. 

- Amy... Escucha.- dijo Marco acercándose a ella en posición defensiva.

- ¿Qué pasa? - Amy se estaba preocupando, ese tono no era normal en él.

- Debemos irnos, lejos.

- ¿Qué? ¿De qué hablas? No me iré a ningún lado, Marco, estoy aquí por Claire.

- Olvida a Claire y todo lo que tenga que ver con esta familia, mataron a Alexander.

- ¡¡Qué!! 

- Amy, vayámonos.

- No, no, no, no me iré, y menos ahora.- dijo y se abalanzó hacia la puerta pero entonces Marco la retuvo.- Déjame Marco.

- Estarás en peligro si te quedas.

- ¿Crees que ta no lo estoy?

- Amy, sé quién tiene a Claire, y sé quién lo mató, y también me conoce.

Amy dejó de intentar escapar y se quedó petrificada mirando a Marco, ¿sabía quién tenía a su amiga y no hizo nada? 

Sus piernas empezaron a temblar, las manos de Marco estaban ásperas y comenzaban a dolerle los brazos. De repente comenzó a ver una mirada fría en él, no sabía a quién tenía en frente de ella. 

- ¿Qué... qué has dicho? - susurró totalmente desconcertada. 

- Anda, vente.

- ¿Dónde está Claire?

- ¡Yo que sé! - frunció el ceño, soltándola con brusquedad.- ¿A todos les importa ella nada más? Anda vamos.

- Tú tienes algo que ver en todo esto.- decía mientras comenzaba a llorar y alejarse lentamente de él.- ¡Tu tiene algo que ver! ¡Dónde está! 

Marco se acercó a ella tratando de tomarla pero Amy se zafaba y le golpeaba el pecho.- Basta Amy, basta! 

- ¡Te di todo, dormimos juntos por años y nos traicionas así maldito bastardo! 

- ¡Tú no sabes nada! - gritó de repente, dejando un silencio mortífero en el ambiente. 

Marco estaba totalmente fuera de sí, sus facciones y expresiones no eran ni las más parecidas a él. No tenía nada más para decir, Amy no lo quería lo suficiente como para dejar todo. Sin más, dio media vuelta y se fue corriendo dispuesto a escapar, dejándola sola en el medio de la habitación. 

Las lágrimas no aguantaron más y comenzó a llorar con más fuerza, desplomándose en el suelo mientras gritaba y lloraba sin consuelo. Así se mantuvo varios minutos, hasta que se levantó y salió corriendo por los pasillos, gritando hacia alguno que la escuchara. 

Al llegar al hall principal se encontró con más de una docena de hombres que voltearon automáticamente a verla y Aurora que se encontraba en el mismo estado que ella. 

- ¡Marco nos traicionó! - todos se quedaron mirándola sin entender lo que sucedía.- ¡Es cómplice de todo, de la desaparición de Claire y de la muerte de Alexander! 

Todos seguían mirándola, ella lloraba cada vez aún más, no podía calmar su desesperación tanto que comenzó a perder el conocimiento, y en un abrir y cerrar de ojos se desplomó sobre las escaleras sin fuerza alguna. 

Silent ScreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora