El jueguito que se había montado Hua Cheng había durado exactamente una hora.
Ni más ni menos.
Xie Lian había perdido la noción del tiempo apenas le dieron el primer beso. Bien pudo haber durado cinco minutos así, de rodillas y con la boca bien abierta, o cinco años, él habría tomado todo y dado las gracias sin rechistar ni un solo segundo.
Esta vez lo habían hecho duro. Realmente duro.
Jamás en su vida se había sentido tan satisfecho y amado en toda su vida, por más extraño que suene eso. A pesar que Hua Cheng le había dado un trato rudo, nunca fue algo que él no anhelara en secreto. Cada orden, cada azote, cada palabra sucia, le había enervado la sangre hasta hacerla hervir bajo su piel, poniéndolo al rojo vivo, tanto física como mentalmente.
Solamente le tomo una hora a su novio en cumplir la mitad de las más las oscuras y secretas fantasías del príncipe y dejarlo hecho un desastre tembloroso.
Atado de manos fue agitado con dos manos en la cadera, como si fuese un muñeco de tela, una y otra vez hasta dejarlo despeinado y la mente revuelta, con la piel erizada y las entrepiernas empapadas.
Las pacientes e implacables manos de Hua Cheng.
Esos dedos tan largos y fríos, tan delicados y esbeltos. Xie Lian solo soñaba con ellas de dos formas: la primera era embellecerlas aún más con un anillo de compromiso; la segunda era tenerlas abrazadas a su cuello, apretando hasta que se le olvide como gemir su nombre.
Esas fantasías. Tan indecorosas, tan sucias.
Esas que ocurren cuando duerme profundamente y lo hacen despertar sintiéndose avergonzado de sí mismo. Esas que surgen inesperadas, como pequeños sismos, cuando esta aburrido leyendo cualquier cosa con la mente se le dispersa. Esas que aparecen en sus momentos de ocio.
Esas con las que, en las poquísimas veces en las que ha estado a solas, se autocomplace sumergido en ellas, intoxicado en ese erótico mar de pensamiento: atado, amordazado, ojos vendados, duro contra la pared, el suelo, o doblándolo contra el altar, empapado en tinta roja y negra, repleto de pasión por dentro.
Xie Lian se siente extremadamente adolorido y complacido y al mismo tiempo demasiado sensible. Como si tuviese las emociones a flor de piel.
La caliente sumisión pasa, poco a poco, y ahora lo que queda dentro de su pecho es solo un dulce estado de plenitud. Se siente satisfecho. Completamente amado. Extremadamente adorado.
Hua Cheng lo ha hecho trizas en la cama.
Siente hormigueo y calor en todo su cuerpo, piernas, brazos, cadera, nalgas. El cuello duele, la garganta arde. Su entrada aun cosquillea, desde el inicio hasta las profundidades más lejanas; se aprieta, se suelta y pica por el lubricante. Los labios los siente inflamados y adoloridos, besados hasta haber sido gastados.
Su lengua tiembla aun en su boca.
Y bajo todas esas ruinas, esta su corazón que late pausado, casi de forma melosa, y cada latido le recuerda lo mucho que ama a Hua Cheng.
Lo mucho que quiere proponerle matrimonio.
- ¿Mmm?- Xie Lian abre los ojos lentamente, volviendo en sí.
No está en la cama. Se está moviendo, pero no está caminando. Parpadea varias veces y frota la cara contra un hombro agradable y siente la suave tela roja arrugarse contra su cara húmeda de lágrimas y sudor.
Hua Cheng lo está llevando cargado al baño.
-San Lang-, gime con la voz gastada, completamente adormilado-, tenemos que irnos- y piensa al mismo tiempo que realmente tiene que dejar de acostumbrarse a que lo lleven cargado por allí y por allá.
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La Bendición Oficial del Destino ❥ HuaLian ❥
RomanceHua Cheng ha vuelto a los brazos de Xie Lian dispuesto a pasar la eternidad junto a él. Sin embargo, aun hay grandes peligros que afectan al mundo mortal y los obliga a combatirlos mientras viven su idilio romántico. Una nueva calamidad parece haber...