Su primera vez fue más que espectacular.
Hua Cheng con una dulzura y malicia infinita había amasado su cuerpo, apretando, tirando, soltando, empujando. Sus manos diestras lo moldearon hasta transformarlo en una masa sensible, hirviente y temblorosa.
Estimulando y provocando reacciones y sensaciones que pensó y rezo por jamás conocer.
Las frías manos fueron pacientes pero implacables.
Al principio de la noche no eran más que roses experimentales, tan cautos y tímidos como aquel ojo rojo que lo miraba con ilusión.
Sin embargo, horas de tormento después, cuando el sol de la mañana golpeo a Xie Lian en la cara, aquellas manos habían adquirido la fuerza de mil infiernos. Aruñando su espalda y muslos, apretando sin piedad sus glúteos, a los cuales Hua Cheng se aferraba como un náufrago.
Y mientras Xie Lian gritaba fuera de sí, ahogándose en suspiros y sollozos de placer, las manos frías frotaron sin misericordia una parte de su cuerpo que jamás había sido conocida.
Las manos de Hua Cheng fueron en efecto, pacientes para conocerlo e implacables para complacerlo.
El príncipe temía ya no ser el mismo, porque aún, dos días después, aun sentía su piel no ser otra cosa más que un mar de calor y hormigueos. Concentrándose esa sanción picante e insoportable principalmente entre sus magullados muslos.
Y su boca... la forma en como fue besado.
Xie Lian acaricio sus labios distraídamente con su pulgar.
Dolían. Pero el dolor no era un problema, nunca lo fue realmente. Realmente lo que lo estaba volviendo loco era que desde que Hua Cheng ceno y desayuno su boca, su lengua no paraba de temblar. Parecía hipersensible y necesitada de algo que el ni siquiera se permitía pensar.
- ¿Estas en este mundo, Xie Lian?
Volvió en si repentinamente ante la voz de Ling We.
Abrió mucho los ojos y retiro su mano de sus labios. Rogando a todo lo sagrado, que no estuviese haciendo una expresión indecente.
No era la primera vez que divagaba desde su primera noche. Pero no era él momento para distraerse y calentarse el solo.
-Lo siento, dígame Ling We-, dijo sonriendo fingiendo inocencia mientras recitaba mentalmente sutras tan rápido como podía.
El cielo era un desastre y la matriz espiritual era tan caótica como inútil. Ling We luchaba desde hacía rato para que aunque sea, los dioses se pudieran poner de acuerdo entre si y tratar asuntos de urgencia.
-Necesitamos suprimir el Fantasma de las Mil Mascaras en las tierras de Jianye. -Ling We le dijo al Príncipe Heredero.
No es que Xie Lian no quisiera ayudar, pero lo menos que quería ahora era separarse de Hua Cheng, y muchos menos si la misión era algo que un par de dioses menores podrían hacer sin problemas.
-Ling We, ¿no es acaso el Fantasma de las Mil Mascaras un espíritu burlón y débil? ¿Por qué no enviar algún dios menor? -Inquirió de la forma más respetuosa posible.
-Su Alteza, créame que no queremos molestarle, pero no tenemos más recursos. Sinceramente me apena inclusive haberle llamado el día de hoy. Luego del arduo trabajo con Jun Wu, todos sabemos que merece un descanso de todos estos asuntos. Mucho menos quiero molestarle desde... desde el tan recién reencuentro con su Lluvia Sangrienta...
Lo ultimo lo dijo en un tono tan raro que hizo que Xie Lian parpadeara un poco. Nunca había visto a Ling We sonrojarse. Se dio cuenta que la otra docena de oficiales celestiales que estaban en la matriz, tenían esa misma expresión incomprensible como si dijeran "no queríamos saber nada, pero ya lo sabemos todo".
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La Bendición Oficial del Destino ❥ HuaLian ❥
DragosteHua Cheng ha vuelto a los brazos de Xie Lian dispuesto a pasar la eternidad junto a él. Sin embargo, aun hay grandes peligros que afectan al mundo mortal y los obliga a combatirlos mientras viven su idilio romántico. Una nueva calamidad parece haber...