Noventa y pocos días con unas cuantas horas

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Según había leído Hyungwon una vez, el verano duraba unos noventa y pocos días con unas cuantas horas. Noventa y pocos días de calor, cielos azules y nubes como algodones, alguna que otra tormenta que dejaba el aire pesado y oliendo a tierra mojada. Durante los últimos cinco años, sus veranos se podían resumir en dormir siestas en su cama o en el sofá con el ventilador despeinando su cabeza, comiendo helados con su madre en el jardín, leyendo libros cerca de la ventana y suspirando porque no tenía nada más que hacer. También suspiraba porque echaba de menos los veranos en casa de sus abuelos, porque por algún motivo a sus padres ya nunca les apetecía ir a visitarles tan seguido. Esos noventa y tantos días se pasaban rápido y cuando Hyungwon quería darse cuenta, las largas noches cálidas se volvían frescas y la vida continuaba mientras los días se hacían más cortos. No odiaba aquella estación del año, pero sin duda, la monotonía que asociaba con los veranos no le satisfacía en absoluto.

Cuando se mudaron a finales de la primavera de aquel año, Hyungwon pensó que pasaría otro verano en la misma situación pero en un diferente escenario. Y así fue por los primeros ocho días en el pueblo lleno de abuelitas donde todo el mundo se conocía: apenas salió de su cuarto, se quejó por largas horas del sudor que le mojaba la espalda y se quejó todavía más cuando se acabaron los helados que tanto le gustaban. Esos ocho días de casi cien días estivales solo hicieron que la idea de que los veranos eran aburridos se confirmara en su cabeza. Siendo la clase de muchacho que era, Hyungwon ya estaba resignado ante su futuro más inmediato: ver pasar las horas desde su habitación, sacar la mano por la ventana para mojarse los dedos cuando la tormenta azotara el pueblo y ver formas en las nubes mientras el césped del jardín le hacía cosquillas detrás de las orejas.

Chae Hyungwon nunca había tenido demasiados amigos y nunca entendió por qué. No era el muchacho más hablador ni el más divertido, y la verdad era que no le gustaba mucho estar en la calle... Sin embargo, creía que podía ser un buen amigo. Sabía guardar secretos (porque no tendría a quién contárselos), sabía escuchar (porque no hablaba demasiado), estaba dispuesto a hacer cualquier cosa (porque su vida era tan aburrida que hubiera hecho lo que fuera que un supuesto amigo le pidiera). La gente con la que iba a clase se movía en burbujas a las que Hyungwon no pertenecía y tampoco quería pertenecer, y los otros modelos con los que se había cruzado durante alguna sesión de fotos no eran especialmente amables con él. Hyungwon era un ser pasivo que se dejaba llevar por la corriente, y si la corriente le llevaba a no tener amigos por dieciséis años, que así fuera.

Sin embargo, el destino de los siguientes ochenta y muchos días de verano se vieron afectados en el momento que aceptó fumarse varios cigarrillos bajo la sombra de un árbol con Im Changkyun, con la bolsa llena de helados y hielo derritiéndose. Aunque, siendo más concreto, estaba convencido que su perdición empezó cuando se escapó de casa el primer día, después de que Changkyun tirara piedras a su ventana y le invitara a dar una vuelta en su bicicleta que había tenido mejores días, fumar, beber soju y comer ositos de gominola. Conocer a Jooheon, con sus hoyuelos (los que la gente juraba que se llenaban de agua cuando llovía) y su enorme sonrisa solo ayudó a que Hyungwon se perdiera por completo. Que sus dos primeros amigos de verdad fueran aquel par hizo que el mundo de Hyungwon se pusiera patas arriba.

Lo que prometía ser otro verano aburrido fue, en cambio, una experiencia increíble. Algo que Hyungwon no hubiera imaginado nunca, ni siquiera tras soñar despierto por largos minutos o cuando se ponía a narrar de manera dramática sus fantasías en su diario.

(Hola, pedazo de hojas: hoy he conocido a un chico. Llevaba una camisa blanca encima de una de tirantes y una gorra. Parecía más joven de lo que es, debía ser por culpa de sus rodillas raspadas y su sonrisa infantil. Fumamos debajo de un árbol hasta que se derritieron los helados y hielo de mi bolsa. Era un chico muy extraño, se llamaba Changkyun.

Interstellar 》JooKyunWon《Donde viven las historias. Descúbrelo ahora