Los días siguientes fueron de lo más tensos.
No volvieron a tocar tierra y vivían en constante vigilancia, tanto de la orilla este como de la oeste. Todos sus nervios se escarpaban al escuchar el más ligero de los ruidos, y el repentino enfrentamiento de aquella noche había logrado recordarles, de forma brusca, lo peligrosa que era su tarea.
Los estaban buscando.
Los estaban rastreando.
Y acabarían por encontrarles.
Pasaron dos días más en las barcas. El curso del río parecía haberse puesto de su lado y las aguas corrían raudas y firmes. Siguieron el rumbo marcado.
Altos muros de roca natural los flanqueaban. Atrás habían quedado ya las orillas frondosas y desnudos muros de piedra eran el paisaje que los rodeaba. Pasaron gran parte de la noche y de la mañana respaldados por los acantilados, y antes de ellos esperarlo, la gloriosa imagen de Isildur y Anárion se erguían imponentes en su plena magnificencia.
Los Argonath.
Blyana, que en aquel momento llevaba la dirección de la barca, se vio embaucada por ambas. Se trataban de dos grandes esculturas, esculpidas en piedra blanca, que rozaban el cielo con sus manos en alto. Ligeras enredaderas recorrían la piedra; sin embargo, nada podía opacar la cruda belleza de los dos Dúnedain.
Ningún integrante osó apartar la mirada de los dos reyes, no hasta que la propia fuerza del río los arrastró lejos de ellos. Desde aquel instante estaban en tierras de Gondor.
El estrecho camino del río se amplió. Finalmente la Compañía llegó a Nen Hithoel, el extenso lago que marcaba el fin del río y desembocaba en una cascada dividida en dos por Tor Brandir. Alejándose de dicha cascada, la Compañía condujo las barcas hasta la orilla occidental. Una vez allí, desembarcaron y encallaron las barcas en la arena. Había una pequeña extensión de arena que separaba el lago de la linde del bosque, y en ella, acamparon.
El sol brillaba en lo alto. Apenas había mancha blanca sobre el firmamento azul.
Los integrantes habían extendido las mantas y posado los fardos. Todos se habían habilitado un lugar para descansar, y eso hicieron durante horas. Agradecieron que fuera de día. De esa forma, no se vieron obligados a encender una hoguera. Aquello, sin duda, delataría su posición.
Pronto la mañana dio paso a la tarde.
—Es hora de elegir.
Los nueve integrantes compartían esquivas miradas entre ellos, conscientes de que, finalmente, había llegado uno de los momentos más importantes para su Compañía. Pippin, Merry y Sam comían en silencio, sentados alrededor de un pequeño fuego que Aragorn les había permitido encender para calentar algo de alimento para todos. A su vez, Gimli apoyaba la espalda contra una de las ruinas de piedra que yacía abandonada en la pequeña playa. A su lado, Aragorn miraba inquisitivo a todos y cada uno de ellos. Frodo evadía miradas, dando la espalda al grupo y admirando las calmadas aguas del lago mientras el rumiar de la cascada hacía eco por todo el lugar. Boromir imitaba una posición parecida, pero en vez de contemplar el reflejo del cielo en el agua, admiraba el oscuro profundo del bosque que los rodeaba. Y, por último, elfo y mujer se mantenían próximos y distantes a la vez, él sobre la rama de un árbol cercano y ella recostada contra su tronco.
La tensión parecía ahogar el aire a su alrededor.
—Es momento de que la Compañía decida su rumbo— Aragorn, a pesar de su seriedad, jugueteaba con los dedos. Mantenía ambos brazos apoyados sobre sus rodillas, y las manos al frente mostraban la inquietud que en el fondo sentía. —Debemos elegir un camino.
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Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023
FanfictionEntre los apacibles parajes de la Comarca, el Anillo Único ha sido hallado. Los engranajes de la guerra comienzan a cobrar velocidad. Las diferentes razas de la Tierra Media corren peligro. Y un humilde hobbit es su salvación. Blyana se ve envue...