Blyana recordaba todavía aquella primera vez que conoció a la Dama Galadriel.
No era más que una niña, bastante revoltosa e inquieta, pero una niña al fin de al cabo. Su padre le había dicho que su Señora quería conocerla, y ella no se planteó la idea de negarse. Tampoco estuvo nerviosa.
Incluso ahora, más de mil años después, Blyana podía recordar que cuando la vio, sintió como su corazón se aceleraba. Fue una sensación de completa calma, de paz, como dejarse llevar por el mecer de la brisa en una tarde de primavera, como el limbo entre el sueño y el despertar. Recordaba haberse ensimismado mirando sus brillantes cabellos dorados, largos y perfectamente lisos. Recordaba sus ojos, intensos pero pacíficos. Recordaba su sonrisa y sus labios rosados, elevados en una mueca de dulzura y picardía extraña pero natural en ella. Recordaba su caricia suave y tibia, y sus largos dedos pálidos recorriendo su rostro a modo de bendición.
Habían pasado más de mil años, pero incluso ahora, seguía sorprendiéndose como la primera vez.
Celeborn y Galadriel, cogidos de la mano, descendieron con majestuosidad las escaleras que les distanciaban, deteniéndose a la mitad. Una luz pálida parecía envolverlos, brillando en sus largos ropajes élficos dignos del Señor y la Señora de Lothlórien. Sobre ambas cabezas descansaba una sencilla y fina tiara de plata, símbolo de su posición.
Las reacciones por parte de la Compañía ante tal imagen fue, bueno, diversa.
De los nueve allí presentes sólo tres de ellos conocían a los Señores. Por su parte, el resto, quedó completamente cautivado por la presencia e imagen de la Dama elfa. Todos sintieron una reacción parecida a la que Blyana experimentó siglos atrás. Sus ojos se abrieron y sintieron sus corazones encogerse, y cualquier desdicha que pudieran arrastrar se desvaneció de sus almas cual bálsamo.
Aragorn y Legolas, más conscientes de frente a quién se hallaban, inclinaron sus cabezas a modo de respeto. Sin embargo Blyana, nacida de Lórien y criada en sus bosques, fue la única que dio un paso al frente e hincó la rodilla en el suelo, llevando su puño derecho al pecho y bajó la cabeza.
—Hîr vuin, Hiril vuin. Dhe suilon (Mi amado señor, mi amada señora. Os saludo)
—Mae lovannen ëa, Amarië yeldë a Araldir (Bienvenida seas, Amarië hija de Araldir)
Como bien exigía el protocolo, la joven esperó a que ambos, Señor y Dama, inclinasen sus rostros para poder levantarse. Dio un paso atrás y regresó a su sitio.
—El enemigo sabe que estáis aquí. La esperanza que hubierais depositado en el secreto ha desaparecido ahora — ante las directas palabras del Señor de los Galadhrim, un conocido peso pareció recaer de nuevo sobre sus hombros. Sus claros ojos recorrieron con lentitud y escrutinio los rostros de aquellos frente a él. —Nueve sois ahora aunque diez fueron los que partieron de Rivendel. Decidme, ¿dónde está Gandalf? Ardo en deseos de hablar con él.
Galadriel, tan astuta como bella, no necesitó de mucho tiempo para adivinar la respuesta a la pregunta formulada por su esposo. El rehuir de las miradas era una respuesta en sí misma.
—Gandalf el Gris no ha franqueado las fronteras de esta tierra— murmuró dulce pero certera la elfa, con sus intensos orbes azules clavados en el ahora líder de la Compañía. —Ha caído en la Sombra.
Celeborn miró a su esposa, con cierta sorpresa e incredulidad pintando su mirada.
—Fue engullido por ambas: la Sombra y la Llama— ante el profundo silencio y malestar que parecía reinar, Legolas fue el único que se atrevió a alzar la voz. También era de los pocos que era capaz de comprender el verdadero peligro que había entrañado su enfrentamiento con el demonio de fuego. —Un Balrog de Morgoth. Caímos sin necesidad en las redes de Moria.
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Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023
Hayran KurguEntre los apacibles parajes de la Comarca, el Anillo Único ha sido hallado. Los engranajes de la guerra comienzan a cobrar velocidad. Las diferentes razas de la Tierra Media corren peligro. Y un humilde hobbit es su salvación. Blyana se ve envue...