Capítulo 5

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La pequeña compañía de tres hobbits, un hombre y una mujer siguió su viaje, caminando durante casi tres días más. Tras la marcha de Frodo, el desánimo y el temor los embargó a todos, pensando en todo momento cual habría sido el sino de sus amigos. Cuando, finalmente, avistaron a lo lejos la ciudad, sus corazones latieron en sincronía y un alivió común les invadió.

A su llegada fueron recibidos por varios sirvientes de Elrond. Los hobbits fueron enviados a sus aposentos, dispuestos ya varios días atrás a la espera de su llegada. Sam no paraba de preguntar por su Señor, sobre su paradero y salud, y para alivio de todos los sirvientes les contestaron que el señor Bolsón había llegado un día atrás, que ya había sido curado de todo mal y que en aquellos instantes reposaba para recuperar todas sus fuerzas.

Sam, Merry y Pippin no dudaron en ir a sus alcobas, para descansar al fin en una cómoda cama y no a la intemperie. Sin embargo, a Blyana y a Aragorn les hicieron saber que Lord Elrond les esperaba.

Se despidieron de los hobbits y, siguiendo a Lindir, el mayordomo de Elrond, se encaminaron hacia donde les esperaban. Rivendel se trataba de una sencilla ciudad oculta en medio de un valle, situada sobre un peñasco, con el río deslizándose bajo él y múltiples cascadas y afluentes formando parte de la ciudad. La Casa de Elrond siempre se había considerado un refugio para aquellos que lo necesitaban, un lugar donde rebosaba y se inculcaba la sabiduría, muchos elfos y Dúnedain habían habitado en sus salas, amantes de la música y el conocimiento, de las largas conversaciones y la buena poesía, el aullar de la naturaleza y el aire puro de la libertad. Ambos, mujer y hombre, habían sido parte de aquellos afortunados que podían considerar Rivendel su hogar; y al Señor de la casa su amigo.

Lindir los conducía por los impecables pasillos, de escasas paredes y grandes terrazas, altas puertas acabadas en arcos, con la hojarasca descansando en los suelos y las enredaderas vistiendo las sencillas columnas. Grandes tapices que relataban historias de épocas antiguas, olvidadas por los mortales pero muy vívidas para los elfos, esculturas de grandes guerreros convertían la casa en un recuerdo y una oblación a los Valar. Vastos jardines que se extendían, altos riscos de piedra que protegían la ciudad, sencillos senderos que no agredían la belleza de lo salvaje.

Ninguno de los dos sintió que se perdía entre los complejos caminos que trazaban los elfos, al contrario que tiempo atrás en las Estancias de Thranduil. Allí, sin embargo, sentían como sus pies se movían ligeros y sin vacile, conociendo cada roca que pisaban. Largo tiempo de sus vidas habían pasado entre esos muros y el sentirse como en casa les permitió, por primera vez en mucho tiempo, bajar la guardia.

Finalmente llegaron ante una sencilla puerta de madera de roble, con un pomo de plata y unos decorados de acabado refinado. El mayordomo tocó con dos suaves golpes contra la madera y, tras unos segundos, oyeron la amortiguada voz de otro elfo.

—Adelante.

Lindir abrió la puerta y, entrando él primero, los presentó.

—Mi señor, Estel y Amarië han llegado— desde su posición en el umbral de la puerta, los dos entrevieron como una figura salía de detrás de unas ligeras telas que separaban el balcón de la estancia.

Se trataba de un elfo adulto, de largo cabello azabache, recogido ligeramente por las sienes, y con una delicada tiara rodeando su cabeza. Vestía ropas cómodas pero elegantes, de colores rotos y grisáceos. Era de una gran altura y su porte le dotaba de cierto grado de intimidación, el cual él nunca ejercía a menos que la situación lo ameritase. Sus ojos, de una mezcla entre plata y tormenta, se hallaban opacados por el paso de las edades, sin embargo su piel seguía tersa y sin signo de haber envejecido, o de poseer más de seis mil años. Aun así, la sonrisa que les dedicó estaba cargada de respeto y afecto, muestra de su relación.

Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora