Capítulo 37

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El resonar de un cuerno reverberó como un eco por las paredes del Abismo. Un sonido único pero firme que advertía de la aproximación de algo, o de alguien, a la fortaleza.

En este caso, un caballo y dos jinetes.

El amanecer hacía horas que había pasado, poco a poco dando paso al mediodía y, a su vez, a la inevitable tarde. Las calles bullían con la cantidad de refugiados amparados en ellas y apenas había sitio para poder caminar sin temer chocarse con alguien. Sin embargo, cuando las dobles puertas de roble se abrieron para dar paso a los recién llegados, la hilera de personas dejó paso al caballo que portaba a dos reconocidas personas.

Por supuesto, las noticias volaron tan rápido como los murmullos.

El caballero Aragorn y la Señorita Blyana habían regresado. Ambos habían sobrevivido.

Gimli fue el primero en escuchar las buenas nuevas.

Corrió. Corrió mientras empujaba a aquellos que le obstruían el paso. Esquivó gente hasta conseguir llegar a donde el caballo se había detenido.

Y así fue como, para su más absoluto asombro y alivio, Gimli vio como un muy vivo Aragorn ayudaba a bajar del caballo a una muy viva Blyana.

Bendito Aulë, pensó, por haber escuchado sus plegarias. Toda la tensión, el miedo y la tristeza que había acumulado en las últimas horas se evaporaron con la carcajada que escapó de sus labios cuando sus dos amigos advirtieron su presencia y le dedicaron una amistosa sonrisa.

—Sois...— la voz se le quedó atascada en la garganta, casi incapaz de salir de él. Sintió una felicidad tan grande embargarlo que articular cualquier sonido coherente pareció imposible. —Sois los seres más afortunados... más astutos y... y malditamente temerarios que he conocido.

Desde su escasa altura, y más comparado con la inmensa del montaraz, envolvió a ambos en un abrazo mientras su inconexo discurso se perdía entre las ropas de ellos.

—Benditos seáis... benditos seáis...

Blyana sonrió a pesar de mostrarse exhausta, devolviendo el abrazo a su amigo y acariciando su sien.

—No somos tan fáciles de matar, mi querido Gimli— bromeó ella mientras el montaraz se separaba de ambos.

—El rey— empezó diciendo. El enano intercaló la mirada entre los dos y luego señaló con la cabeza las escaleras que comenzaban a su izquierda. —Gracias.

Aragorn palmeó el hombro del pelirrojo y se encaminó rápido en esa dirección. Por su parte, Blyana se mantuvo junto a su amigo.

—¿Qué ocurrió? —preguntó entonces él. Poco a poco el corrillo de gente que los rodeaba se fue dispersando, habiendo dado por terminado el reencuentro y la novedad del estado no fallecido del montaraz y la mercenaria. —¿Cómo lograsteis sobrevivir?

Blyana agarró la cuerda que colgaba de la muserola de Brego y, guiada por Gimli, se encaminó a las caballerizas para alimentar y asear al caballo. Tanto Aragorn como ella le debían tanto, que sin duda se merecía el mayor de los cariños.

—¿A la caída? No sabría decirte. En verdad lo último que recuerdo antes de despertar sobre un caballo y estar ya de camino aquí es la batalla con los huargos. Según Aragorn encallamos en la orilla, inconscientes, y allí nos encontró Brego.

Ya en las caballerizas, Blyana metió a Brego en uno de los establos libres y desató la cuerda y la muserola. El caballo bufó feliz de verse al fin completamente libre y se dejó cepillar con gusto.

—La corriente nos arrastró más lejos de lo que esperábamos. Llevamos cabalgando sin parar desde que el sol se puso ayer. Pero no ha sido hasta esta mañana que hemos visto algo que debe preocuparnos mucho más que nuestra milagrosa resurrección— la mujer dejó de centrar su atención en el equino para mirar al enano, que se mantenía a su lado apoyado contra el pilar del establo. Por el rictus de su rostro, Blyana supo deducir que tenía toda su atención.

Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora