Capítulo 35

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Cuando Legolas desenterró el filo de la daga del inerte cuerpo del orco, no necesitó más que un rápido vistazo a su alrededor para saber que la batalla había terminado.

Habían vencido.

Los orcos habían tenido la intención de emboscarlos, era una estrategia obvia que todos ellos habían contemplado hasta antes de abandonar Edoras, pero hasta ese momento habían mantenido la esperanza de que no sucediese.

Legolas había decidido aquella mañana adelantarse al grupo, tras sentir el incómodo presentimiento de que algo malo ocurriría, e ir allanando el camino. Y fue ahí cuando avistó el numeroso grupo de huargos que se abalanzaba en su dirección. Alertó al grupo, los soldados y el rey lograron reaccionar a tiempo y, al final, habían logrado impedir que la hueste llegase al pueblo.

Aquello podía considerarse una victoria, sin duda.

Enfundó la daga en su respectiva vaina y miró entonces con más atención la escena que lo rodeaba.

Múltiples cadáveres enemigos se mantenían inmóviles en el suelo, con negros regueros rodeándolos. La sangre pintaba la hierba de rojo y negro, y el aire comenzaba a oler a muerte. Varios de los cuerpos que también descansaban en el pasto eran de caballeros de Rohan, acompañados de sus caballos. Tal vez habían ganado, pero no todos podrían celebrar aquella victoria.

Un gruñido similar a un quejido llamó su atención. Apareciendo a su lado, Gimli se colocó a su derecha y continuó gruñendo mientras movía los hombros con incomodidad.

—Esos malditos perros— se quejó, lanzando miradas molestas al cuerpo del huargo que yacía a los pies del elfo. —Son malditamente pesados.

—Estás vivo, Gimli, no veo razón por la que quejarse— rio él, con el ánimo ligero al saber que la lucha había terminado. —Pero no seré yo quién te impida ser un gruñón.

Como si pretendiera secundarle, Gimli lo fulminó con la mirada, soltando un suave gruñido. Legolas rio.

Pronto, sus ojos comenzaron a vagar por el campo de batalla.

Algunos supervivientes hacían el amago de huir, con varios jinetes tras ellos. Otros, asegurándose de que las bestias y los orcos estuvieran muertos, clavaban sus espadas en los cuerpos que quedaban repartidos por el suelo. Los heridos estaban siendo ya socorridos por sus compañeros jinetes. Y, poco a poco, los supervivientes se iban reagrupando.

Sin embargo, no era nada de aquello lo que el elfo verdaderamente deseaba ver.

Con su sensibilidad, Legolas esperaba poder distinguir con rapidez y facilidad a su dos amigos restantes. Incluso a pesar de no haber vuelto a hablar con Blyana, necesitaba verificar que estuviera bien. Que ambos estuvieran bien.

Desde el mismo instante en el que la mujer lo había golpeado, Legolas se había arrepentido de su arrebato. Había obrado mal, pero no sabía que le había llevado a acumular tal grado de molestia. Porque aquella era la palabra correcta para describir lo que sentía al pensar en la imagen de Blyana con aquel soldado. Molestia... y tal vez algo más. Algo que, para su contrariedad, no sabía descifrar.

Legolas esperaba poder hablar con ella. No había podido desde entonces. A fin de cuentas, ella parecía haber estado rehuyéndole, no despegándose en ningún momento de la Dama de Edoras. Aunque tampoco podía culparla. ¿Por qué habría de perdonarlo, cuando se había comportado de forma tan ruin e injusta?

Por eso deseaba verla.

Pero no veía a ninguno.

Comenzando a incomodarse por el hecho, Legolas se separó de Gimli y escaló la pequeña colina que le impedía ver con mayor claridad. Esperaba poder otear de aquella forma mejor. Y aun así, seguía sin verlos.

Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora