Théodor no podía decir que fuera un aficionado de las batallas.
De hecho, dada su reciente y corta experiencia, podía asegurar que no le agradaban en absoluto.
Al poco de llegar a los Campos del Pelenor, mientras los guerreros de Rohan se habían lanzado prácticamente sobre los orcos, Théodor se había situado en un punto específico junto a la muralla —completamente destruida— de la ciudad. Allí había erguido un pequeño puesto de curación donde podía tratar las heridas de urgencia de los soldados antes de que estos pudieran ser trasladados a un lugar más apropiado.
Sabía que Minas Tirith tenía un lugar conocido como las Casas de Curación. Pero el joven curandero desconocía dónde se encontraban aquellas casas, ni si habían sobrevivido a la masacre. Por ello, su intención aquel día era salvar cuántas más vidas mejor.
—Necesito que levantes el brazo— ordenó mientras destapaba uno de los tarros de cristal, donde un espeso ungüento color ceniza comenzaba a escasear. Théodor agradeció internamente el haberse abastecido en abundancia. —El otro brazo.
El soldado frente a él tenía una horrible quemadura en el costado izquierdo. Por lo que le había dicho el hombre, a causa de una flecha. Con uno de sus cuchillos rasgo la camisa, abrió un hueco y con eficiencia y rapidez esparció la pomada por el costillar y parte del omóplato.
—Voy a venderte el torso, pero en cuanto la batalla acabe precisas de un baño de agua fría para calmar la piel. De mientas, con esto servirá.
—Gracias, chico.
Théodor apretó lo dientes y asintió, tragando el sabor amargo que rezumaba en su boca.
El soldado se fue, y con él se fue la tensión.
La batalla parecía estar en sus últimos momentos. Los orcos huían hacia las ruinas de Osgiliath o eran acribillados por los soldados de Rohan. Algunas tropas de Gondor habían salido de la ciudad para ayudar. A su vez, de mientras, Théodor podía ver aquellos espectros que vagaban por el campo de batalla y que masacraban sin compasión a los últimos resquicios del ejército de Saruman. O, por lo menos, las huestes que allí se hallaban.
—¡Niño, ayuda! —el grito de otro soldado reclamó de nuevo su atención, y al joven curandero no le quedó más remedio que sumirse en la concentración.
El transcurso de las horas resultó sumamente confuso para Théodor. No obstante, hubo dos momentos que casi lograron desencadenarle un ataque de ansiedad.
—¡Tú!
Sentía la sangre reseca en su piel, agrietándose en las zonas donde la piel se estiraba. El mandil que intentaba proteger su ropa había cumplido su función lo mejor que pudo, pero había alcanzado un punto que era prácticamente imposible rehuir la cantidad de sangre que el rubio había tratado aquel día.
Théodor alzó la vista y se sorprendió al ver al respetado caballero de Gondor —Aragorn creía recordar— y en sus brazos la inerte figura de una mujer que él tan bien conocía.
La irritante mujer que había conocido semanas atrás permanecía acurrucada contra el pecho del montaraz, quien la sostenía como si su vida dependiera de ello.
—¿Qué ha sucedido?
—Herida de cuchillo, perforación limpia pero la hoja estaba envenenada.
El hombre tumbó a la joven sobre la camilla improvisada que Théodor había montado con un par de tablas y cuatro rocas que antaño habían sido parte de la muralla.
—¿Sabes que veneno? —sin detenerse a pensar, el joven rasgó la parte inferior de la camisa de la castaña para dejar la herida al descubierto.
—No. Ni siquiera sabíamos que había veneno hasta que Blyana dejó de sentir las piernas— le informó el hombre.
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Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023
Fiksi PenggemarEntre los apacibles parajes de la Comarca, el Anillo Único ha sido hallado. Los engranajes de la guerra comienzan a cobrar velocidad. Las diferentes razas de la Tierra Media corren peligro. Y un humilde hobbit es su salvación. Blyana se ve envue...