Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023

Capítulo 43

¡¡Doble actualización!!
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Blyana había acudido a muchas fiestas a lo largo de su vida. Una vida muy larga, sin duda.

Las primeras, consistían en ella y Mänóre escabulléndose entre las sombras mientras observaban como el resto de elfos y elfas ya presentados en sociedad disfrutaban de las fiestas estacionales. A ambos les fascinaban los delicados bailes, el efecto de las luces, las estrellas, las canciones. No fue hasta bastantes años más tarde, que ambos pudieron empezar a asistir al fin de forma legítima a dichas fiestas. Sin embargo, esa vez eran ellos quienes bailaban y disfrutaban de los manjares o de la música, en vez de terceras personas.

Blyana adoraba las fiestas. Le gustaba ver cómo la gente se divertía, dejando que todas las preocupaciones se desvaneciesen; le gustaba ver cómo la gente bailaba, absorta del resto del mundo y centrados simplemente en sus parejas o en el ritmo; le gustaba ver como aquel instinto tan puro, tan intrínseco en el ser humano como era el deseo de disfrutar, conseguía convertir algo tan sencillo como una reunión, en algo tan vibrante como era una fiesta.

Tal vez los elfos disfrutasen de la elegancia y la perfección, de los ritmos tranquilos y los pasos fluidos. Sin embargo, Blyana también encontraba belleza en aquellas fiestas de los hombres, donde las risas y el ruido, el ritmo rápido y constante, los giros y las faldas volando, se entremezclaban entre ellos formando una estampa tan diferente a aquello con lo que ella había crecido. Pero ella lo adoraba.

Tras el discurso y el brindis, todos se habían sentado en sus respectivos lugares y habían procedido a disfrutar de la copiosa cena. Y, para sorpresa de muchos, el joven Mariscal de la Marca se unió a la mesa de los forasteros y compartió con ellos la velada. El vino y la cerveza comenzaron a fluir con rapidez y pronto toda la sala se encontraba bajo sus influyentes efectos.

Blyana disfrutó de una cena llena de risas e historias, anécdotas cargadas de aventuras, vergüenzas y acontecimientos tanto antiguos como recientes. A su vez, Aragorn, y Gimli parecían haber encontrado hilarante el hecho de que su querido amigo Legolas había perdido por completo el hilo de la conversación al percatarse por primera vez de la presencia de Blyana. Éomer, por su parte, no pudo más que compadecerse de él e intentar animarlo con una fuerte palmada en la espalda. Literalmente se había detenido en medio de una palabra cuando sus ojos dieron con el sonriente rostro de la castaña. Ninguno supo cómo terminaba la frase del elfo. Ni siquiera él mismo.

Todos los presentes en aquella mesa concluyeron que, para tratarse de un elfo, no había habido mucha neutralidad en su rostro.

Pronto la música comenzó a sonar, y las mesas centrales fueron removidas y una pista de baile lo suficientemente grande se improvisó sobre la marcha.

La gente comenzó a saltar y danzar, a aplaudir al ritmo de la melodía e incluso a entonar a grito y sin ritmo la supuesta letra que acompañaba la música.

Gimli, que ya había ingerido tal cantidad que alcohol que podía rivalizar con su peso, decidió comentar en voz alta cómo los bailes de los enanos eran mejores y menos caóticos que los de los hombre de Rohan, hecho que nadie encontró creíble, y mucho más entretenidos que los de los elfos. Por supuesto Legolas, que desde el inicio del viaje había encontrado un hábito en rebatir todo lo que decía el enano, tardó poco en contradecir aquello que creía incorrecto.

Qué decir, que aquello derivó en una nueva discusión.

—Los enanos son ruidosos en todo lo que hacen. Me resulta imposible de creer que vuestras fiestas no acaben resultando en peleas o desastres de proporciones naturales— decía el elfo. A su lado, Aragorn bebía en silencio mientras contemplaba la conversación entre sus dos amigos con una ligera sonrisa en los labios, y al otro, Éomer asentía en completo acuerdo con el rubio. Frente a ambos, y junto al enano, Blyana imitaba al montaraz.