Capítulo 51

715 103 21
                                    

Si a Elanor le preguntasen en aquel momento qué era lo que más deseaba en el mundo, sin duda su respuesta sería "más horas de sueño".

Las Casas de Curación había sido un completo caos desde el final de la batalla. Habitaciones desbordantes de heridos, familiares en busca de desaparecidos, y sanadores privados de sueño con tal de devolver aquel pacífico lugar a lo que antaño fue. Sin embargo, poco a poco la calma comenzaba a tomar las riendas de Minas Tirith.

—Elanor, estas hierbas son para reabastecer los armarios del pasillo blanco. ¿Puedes hacerlo tú, por favor? Necesito revisar todavía a varios pacientes de la tercera planta. Parece que un escalpelo ha causado varias infecciones.

La joven recogió la cesta con varios tarros de cristal que contenían diferentes hierbas, mientras escuchaba como la Maestra Linna bufaba. No podía culparla. Una mala desinfección del material sanitario podía desencadenar en crisis como aquella. Sin embargo, y tras haber experimentado de primera mano el caos que supuso para los sanadores momentos posteriores a la batalla, Elanor podía comprender que, en un arranque de prisa, cualquiera hubiera olvidado sanear de manera correcta el material.

Aun así, simplemente asintió y se encaminó a cumplir su cometido.

Las blancas baldosas de piedra habían sido escrupulosamente limpiadas, habiendo aguado días atrás todos los suelos de las Casas de Curación y frotado para eliminar cualquier resquicio de sangre. Evidentemente no era aceptable que un lugar de sanación anduviera mancillado con recordatorios de la inevitable muerte.

El pasillo blanco se hallaba alejado de los demás. Destinado a confinar enfermedades contagiosas, ahora contenía heridos de gravedad que precisaban de absoluto descanso y no ser molestados. Entre ellos, dos mujeres guerreras.

Elanor no podía considerarse una joven experta o conocedora del mundo exterior. Jamás había salido de Minas Tirith y no se lo había planteado. Toda su vida se había desarrollado dentro de aquellos muros y no tenía problema con ello. No sabía de otras razas, ni de otros reinos como era Edoras. No sabía de otras culturas ni de otros ritos. No sabía de otras formas de enfocar la curación, ni de otras maneras de practicarla.

Pero lo que Elanor sí sabia, era que no era normal encontrar una mujer en medio de un ejército de hombres. Y menos dos. Por ello, aquellas dos mujeres que ocupaban la última habitación del pasillo le causaban curiosidad.

Ninguna de las dos había despertado. Normal, en su humilde opinión. Lo extraño era que continuaran con vida.

Cuando un par de días atrás, ya apenas finalizada la batalla, Elanor había encontrado aquel hombre acurrucado en el suelo, con aquella mujer en brazos, algo en su interior se removió. Ese día había visto muerte, había provocado dolor, y había curado toda herida que se cruzaba en su camino. O eso había intentado. Sin embargo, cuando vio la desesperación en los orbes de aquel hombre, en aquellas manos sosteniendo el moribundo cuerpo, Elanor no pudo evitar intentar salvar una vida más. Y al parecer no cualquier vida más.

La mujer parecía ser una guerrera perteneciente a una comitiva especial. El hombre, que ahora conocía como Aragorn, parecía ser el líder de dicho grupo. A él se le sumaban un elfo, un enano y dos criaturas hobbits que Elanor desconocía de su existencia. Un peculiar grupo que, aparentemente, había unido fuerzas con el ejército de Rohan para luchar contra las fuerzas de Sauron.

Cosas como aquella le hacían agradecer ser una simple joven sanadora.

A su vez, haber tendido la mano a aquel hombre, le había llevado a hacerse cargo también de la segunda mujer. La princesa de Rohan.

Que, por lo que había aprendido de su hermano, el nuevo rey, se había hecho pasar por soldado para aventurarse al campo de batalla.

De nuevo, pequeños momentos que la mantenían humilde.

Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora