Capítulo 4

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Año y ocho meses más tarde...

Blyana odiaba a los borrachos. Sin embargo, parecía que su destino era sufrirlos.

Siempre resultaban molestos, impertinentes, malolientes, gritones, fastidiosos y un sinfín de adjetivos más que tendrían a la mujer enumerando toda la noche, pero el problema era que no tenía tanto tiempo; poco tiempo, y mucho apuro.

La mujer, envuelta en una gran y oscura capa que cubría su rostro, intentaba avanzar entre la multitud, abriéndose paso a empujones entre el grupo de hombres borrachos que celebraban al son de la música. La fiesta reinaba en Framburgo, los candiles titilaban y la música vibraba por toda la ciudad. Los balcones de las casas se decoraban con telas de colores y los marcos de las puertas estaban rociados con aromas a lavanda y romero. La fiesta en conmemoración de la matanza del Dragón Scatha por parte de su fundador, Fram hijo de Frumgar, siempre se celebraba por todo lo alto: cerveza en barril, danzas populares, largas mesas llenas de manjares, extranjeros con extrañas historias de sus pueblos, juglares que entonan baladas de aventura, recuento de leyendas antiguas y, como no, la escenificación de la matanza del temible dragón.

A Blyana poco le importaba la fiesta, sino más bien el hombre a quién debía robar. O mejor dicho, el hombre al que había robado y cuyos hombres ahora la perseguían.

Corrió, escabulléndose entre las callejuelas, con el eco de las voces de sus perseguidores a sus espaldas. La noche era su protectora, y la oscuridad su fiel compañera. Saltó sobre unas cajas apiladas de madera, brincó y se impulsó con la barra de metal de un balcón, y con grácil agilidad trepó hasta el tejado de una de las casas. A partir de ahí solo corría y saltaba, elevándose en el cielo como la sombra que era, alejándose cada vez más del alboroto de la fiesta.

Cuando creyó haber despistado a sus perseguidores, descendió hasta caer en un callejón. Cuál fue su sorpresa al girarse y encontrar a tres hombres armados, apuntándola con ansia. Tenían las espadas en alto, las sonrisas amenazadoras y la mirada augurando sangre. Tan solo reconoció al hombre que se posicionaba en medio, creyendo recordarle como uno de los socios del corregidor del pueblo.

—Creías que podrías escapar, ¿cierto? — la voz ronca y jocosa del hombre, junto con la risa cómplice de sus acompañantes, no tuvieron el mínimo efecto en ella. —El temible Neith, Sombra de la Noche y Ladrón de vidas. Tu reputación te precede— concedió, casi sonando benevolente. —Sin embargo, atraparte ha sido demasiado sencillo. ¿No serás acaso nada más que una simple leyenda?

Parecía, sin duda, muy satisfecho consigo mismo. Blyana conocía a los hombres como aquel, vanidosos y prepotentes, encantados de haberse conocido y codiciosos por el reconocimiento ajeno. Estaba tentada a irse simplemente, a darse la vuelta y escalar el alto muro que la separaba de la libertad sin perder el mínimo tiempo con esos hombres. En cambio, decidió quedarse, segura de que un poco de acción no la vendría mal.

—No veo que esté apresado, en verdad— forzando la voz, agravándola de una forma que ya se le hacía hasta natural, se atrevió a provocar a aquellos que la amenazaban. La sonrisa flaqueó en el rostro del esbirro central, un hombre alto y de complexión extremadamente musculosa, incluso poco saludable. No temía lo que pudiera hacerle, sin embargo. —Todavía es muy temprano para cantar victoria.

Tornándose rojo, el hombre robusto se colocó en posición de ataque.

—No saldrás vivo de aquí, escoria— amenazó. Y, tras eso, se lanzó a por ella.

Con una rapidez digna de elfos, la mujer desenvainó sus dos dagas y atrapó la espada del hombre. A tan solo unos centímetros de distancia, Blyana pudo distinguir como la ira estallaba en las pupilas del hombre y no contuvo su sonrisa de satisfacción. Había echado de menos la acción. Giró en sincronización sus armas, y desvió la trayectoria de la espada hacia la derecha, para luego golpear con la rodilla en el estómago del hombre. Este, sorprendido, se encogió del dolor y la mujer aprovechó la debilidad para atestarle con la empuñadura de una de sus dagas en la cabeza. En tan solo unos segundos, el hombre cayó rendido a los pies de la mercenaria.

Blyana {El Señor De Los Anillos ~ Legolas} // #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora