CAPÍTULO 40: EPÍLOGO

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Le conté todo lo que había ocurrido a mis padres, se quedaron estupefactos. Con respecto a mis amigos se quedaron más sorprendidos por el hecho de que Mike y yo fuéramos hermanos y no porque tuviéramos poderes o que hubiéramos estado tres meses luchando.

— Entonces...pero, si...salisteis juntos... ¿cómo?...—dijo Marta. Nos estuvimos riendo un rato de aquello. Poco después Paula y Eric se unieron al grupo, al principio un poco incómodos pero luego se fueron acostumbrando. A los demás, dejamos de verlos, era triste después de todo lo que habíamos pasado pero cada uno vivía en distintas partes del mundo.

Pasaron los meses y poco a poco terminé dejando de tener miedo. Me desperté una mañana, estaba contenta, eran vacaciones de navidad, más concretamente mi cumpleaños, cumplía dieciocho lo que significaba que era mayor de edad y libre para hacer lo que quisiera.

Mis padres me habían sorprendido aquella mañana con un coche, no podía creerlo. Además iba a la universidad con Marta y ese día iríamos de visita, para recoger los resultados de la evaluación, al parecer la página de la universidad se saturó y no podíamos verlas.

Marta estaba súper contenta de que fuéramos a la universidad y viviéramos juntas. Yo solo podía pensar en los líos que me había metido por su culpa y me echaba a reír cada vez que ella hacía un comentario sobre las locuras que quería hacer más.

Con respecto a Mike, estaba genial, seguía con Paula y su madre había conseguido un trabajo y él había decidido pasar de su padre y estudiar bellas artes, con Paula la que curiosamente estudiaba bellas artes también con él.

Eric, estaba bien también, la relación con su madre iba mejorando y aunque aún no habían superado la pérdida de Dani, la afrontaban juntos.

Pau tenía novia, parecía raro pero acabamos acostumbrándonos y se llevaban estupendamente, tenían mucho en común.

— Buah —dijo Marta viendo el coche— Déjame conducirlo.

— ¿Estás loca? ¡Ni de coña! Además no tienes carnet aún.

— Me queda un mes para el examen joder...

— Ya, aun así seguiré sin dejarte mi coche dentro de un mes —me miró con cara de fastidio.

— Bueno vamos —dijo ella. Subimos al coche y al principio estuvimos casi sin hablar teníamos nervios por ver la universidad pero entonces Marta encendió la radio. Nos pusimos a cantar como locas hasta quedarnos sin voz. Cuando al fin llegamos y entramos los nervios ya habían desaparecido. Estuvimos viendo charlas y conociendo a nuestros futuros compañeros. Después nos fuimos con algunos a comer por ahí. Terminamos el día genial lo habíamos pasado estupendamente. Cuando íbamos de vuelta a casa volvimos a poner música.

— Cómo tenga que aguantar a ese hombre durante cuatro años me volveré loca —dijo ella refiriéndose a un profesor que nos había parecido estúpido.

— No creo que sea tan malo a lo mejor tenía un mal día.

— Ya ojala. Cambiando de tema... ¿Crees que esa chica Lucía, podría ser lesbiana? —dijo ella. Con respecto a eso Marta había cortado con Debi meses antes, sus padres le habían perdonado pero se marchaban de la ciudad.

— ¿Te gusta Lucía?

— Esta buena —entonces comenzamos a reírnos y desvíe la vista de la carretera. Pero cuando volví a ponerla una mujer vestida de negro y con un arma apuntándome se encontraba ahí. Pegué un frenazo y gracias a los cinturones no nos pasó nada— ¿¡Pero qué pasa?! —exclamó Marta.

— Nada...— dije yo asegurándome de que no había nada en la carretera— me parecía haber visto algo.

— Vale —dijo ella recuperando el aliento— pero no vuelvas a hacer algo así, por favor— seguimos nuestro camino y cuando llegamos a la ciudad Marta me dijo que tenía que parar en un sitio a recoger algo. Yo la acompañe y ambas salimos del coche. Entramos en una especie de local, cuando entramos de repente había un montón de gente.

— ¡Sorpresa! —gritaron todos.

— Pero... ¿Qué? —dije yo. Entonces me di cuenta de que todos estaban allí, mis padres, mis amigos. Incluso Natasha, Mirella, Fernando y Peter. Me quedé a cuadros pero pronto la fiesta comenzó y nos pusimos a divertirnos. Eric me cogió por la cintura y comenzamos a bailar y en ese momento descubrí que no importaba por todo lo que había pasado. Ahora sólo importaba pasarlo bien. Todas las preocupaciones, todo el miedo terminó de esfumarse. Pensé que nada de eso importaba y en cierta parte me alegraba de haber pasado por aquel infierno, gracias a ello estábamos ahí. Y que no habría por qué preocuparse todo saldría bien, el futuro era solo nuestro y solo tendríamos problemas cotidianos de vidas cotidianas, tendríamos un buen futuro, al fin y al cabo después de la tormenta viene la calma, ¿No?

FIN.

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AYLA © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora