CAPÍTULO 11

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Miré por la ventana de mi habitación, estaba lloviendo, las gotas de agua se esparcían por toda ella, cayendo en vertical. Una de ellas se estampó contra el cristal e hizo su recorrido hasta el final de la ventana, después desaparecía. Como aún estaba oscuro, no entraba mucha luz en la habitación, por lo que tenía encendida una lámpara.

Observé mi reflejo en el cristal, hacía poco tiempo que ya no era la misma, desde que Mike me dijo eso hace una semana, mi vida corría grave peligro, y sentía una gran impotencia al no saber qué hacer.

Apoyé mi cabeza en la ventana de modo que el frescor de la humedad de esta me aliviara el dolor de cabeza que tenía. Miré hacia abajo y una gota de sangre en el cristal caía al igual que las gotas de lluvia. Me separé de la ventana y cogí un pañuelo limpiándome la sangre de la nariz.

Pensé en Mike, en todo lo que le había pasado, me daba pena, y ahora que se iba ir Ceci, aún más. Mike estaba muy disgustado y Ceci también al igual que los demás. Quedaba menos de una semana para que se fuera, en concreto cuatro días.

Decidí cambiarme de ropa, llevaba aún el pijama. Como estaba lloviendo opté por no arreglarme mucho: unos vaqueros largos, zapatillas y una sudadera ancha que ocultara lo flaca que estaba. Gracias a dios ya había cogido cinco kilos en total, aunque si no encontrábamos el colgante pronto, volvería a recaer.

Ya lista, bajé las escaleras y desayuné. Mi padre trabajaba al igual que mi madre ese día— bonito día para ir andando al instituto —pensé mientras me terminaba de poner la mochila y me ponía la capucha de la sudadera.

Anduve por las aceras mojadas, resbalándome con mis zapatillas, pero manteniéndome para no caerme, pisaba charcos y me llenaba de barro pero no me importaba, mi aspecto no era algo que me preocupara en ese momento.

Llegué al instituto algo calada, pero pensé que mojarse tampoco estaba tan mal, el olor a mojado que desprendía el ambiente era algo que me encantaba, pero cambié de opinión con lo del aspecto, al parecer las pintas que llevaba eran peores de lo que pensaba, ya que algunos se reían cuchicheando a mis espaldas, así que me arreglé un poco en el aseo, en efecto llevaba el pelo enmarañado y mojado, además de mis ojeras, cosa que al ser fiel de no maquillarme para ir al instituto me hacía parecer un espantapájaros o un cadáver.

Después entré a clase y me senté en mi asiento, era clase de matemáticas, la cual íbamos sentados por orden de lista, casualidad, iba sentada con Mike.

— ¿Has pisado un charco grande o has decidido ducharte con ropa? —preguntó Mike irónico y con un tono divertido.

— He venido andando — me limité a decir con un gesto preocupado. Me toqué el pecho buscando algo inexistente.

— Tranquila —dijo intentando calmarme— lo encontraremos —añadió adivinando los pensamientos que pasaban por mi cabeza, refiriéndose al colgante— ¿Lo tienes todo preparado para mañana? —preguntó mencionando la excursión que íbamos hacer ese mismo sábado.

— Sí, le he dicho a mi madre que me pasaría el día con unas amigas de compras — afirmé aún descompuesta.

— Lo encontraremos —repitió él. Lo decía con mucha decisión. Como si fuera su vida la que corría peligro y no la mía. Entonces él añadió reafirmando mis pensamientos— no volverá a pasar. Decidí quitarle esa pesadez y esos recuerdos dolorosos que seguramente le estaban pasando por la cabeza.

— ¿Puedo enseñarte una cosa? —pregunté intentando cambiar de tema con una sonrisa en los labios.

— Sí —respondió— claro, lo que quieras.

AYLA © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora