CAPÍTULO 4

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Estaba acostada en algún lugar cómodo y blando, una brisa recorría mi cuerpo hasta crearme escalofríos. Notaba como el aire iba recorriéndome el cuerpo centímetro a centímetro haciendo que la carne se me pusiera de gallina.

No me podía mover, no podía abrir los ojos, ni si quiera era consciente de donde estaba. Mi cuerpo intentaba responder pero no me movía, era como si estuviera en el limbo— ¿Había muerto? ¿Estaba en coma? —no sabía nada, no entendía nada.

Buscaba desesperada alguna pista que me indicara que estaba viva y consciente pero nada pasaba. Entonces los recuerdos vinieron a mi mente, el dolor, la angustia, aquellas imágenes y la pulsera de Mike, estaba en su casa. Descubrí que respiraba con dificultad, y que mi pecho subía y bajaba lentamente, sentí un hormigueo en los dedos y estos al fin respondieron, pero seguía sin poder mover mi cuerpo al completo. Busqué algo que tirara de mi hasta estar consciente, concentré mis cinco sentidos en algún estímulo exterior. Por unos segundos no había nada, pero entonces un hilo de voz casi inaudible llegó a mis oídos.

No entendía lo que decía, pero poco a poco se fue aclarando, y tras repetidas veces entendí lo que decía "Ayla" alguien estaba llamándome. Algo más hizo que me sobresaltara cuando la voz me llamó otra vez, unos brazos me tocaron y noté como mi cuerpo se zarandeaba y la voz me llamaba más alto todavía. Entonces la voz se aclaró y sonó más cerca, más fuerte y con más ímpetu:

— ¡Ayla! —el chillido de Mike hizo que abriera los ojos de par en par aunque su imagen borrosa apareciera de repente. Esta se fue aclarando poco a poco hasta crear una imagen nítida de Mike, blanco como las sábanas y con cara de pánico— ¿Ayla estás bien? —con esto último mi cuerpo reaccionó y pestañee varias veces moviendo el cuerpo.

— Estoy bien, ¿qué ha pasado? —dije intentando recordar, pues mis recuerdos borrosos no aclaraban nada y no tenían ningún sentido.

— Te desmayases, ¿Recuerdas? —dijo asustado Mike— y antes de eso empezaste a decir cosas extrañas— él me miraba con preocupación mientras yo, ya incorporada, sujetaba mi cabeza debido al dolor terrible que tenía a consecuencia de la caída. Me puse a pensar en que había ocurrido y tarde un rato en reaccionar a lo que había dicho Mike— ¿Cosas extrañas? ¿Qué cosas? — pregunté confusa.

— Decías todo el rato que te perseguían y que te ayudara, lo repetías una y otra vez, estabas muy asustada —respondió. Me concentré en mis recuerdos y no recordaba haber abierto la boca, solo que el tiempo iba despacio, que estaban esas rosas otra vez y ese gas rojo que se aproximaba. No entendía nada, estaba volviendo a ocurrir, lo que decía mi madre era cierto, algo me estaba ocurriendo.

— Estaba muy asustado Ayla —dijo él haciendo que le mirara a los ojos. Me fije en su expresión y vi que no mentía, su cara de preocupación rebasaba los límites— he estado a punto de llamar a la ambulancia —añadió. Me quedé un rato embobada mirando a la nada mientras Mike me miraba extrañado inspeccionándome.

Seguramente pensaba que era un bicho raro, lo peor de todo es que me había visto decir esas idioteces. Ya no sabía cómo actuar después de aquello.

Me sentía incómoda y con ganas de salir pitando de allí, entonces algo hizo que mis deseos se hicieran realidad. El claxon del coche de mi padre sonó, haciendo que me sobresaltara. Agradecí a mi padre en silencio que me salvara de aquella situación embarazosa. Me levanté de la cama y recogí mis cosas. Tenía que marcharme de allí.

— ¡Espera! —Intervino Mike— ¿Puedes explicarme lo que pasa?

— No, lo sé —deseaba que dejara el tema pero como es de suponer no lo hizo.

AYLA © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora