CAPÍTULO 37

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Me desperté de un grito y sudando, mi cuerpo entero temblaba. Notaba la voz de Amaia dentro de mi cabeza como si sus palabras hubieran quedado grabadas en mi memoria. Cuando al fin abrí los ojos me di cuenta de que algo andaba mal, estaba encima de la cama pero esta no estaba en el suelo, sino flotando, flotando en el aire.

Miré a mi alrededor, el armario y la cómoda estaban patas arriba, había ropa y cajones por todos lados. Las ventanas estaban abiertas de par en par y no paraban de moverse haciendo ruido, pero no entraba aire. Entonces moví mi mano y la cama cayó al suelo, pero yo reboté y mi cabeza dio en la madera.

— ¡Joder! —exclamé. Me toqué la cabeza y sangraba. Estuve ahí manteniendo mi mano en ella hasta que alguien entró por la puerta, era Cysa.

— ¿Qué demonios ha pasado? —dijo ella— ¿Estás sangrando? Ven, vamos a la enfermería — salí de la habitación y descubrí que todos estaban fuera esperando saber qué había pasado. Seguí a Cysa por los pasillos hasta llegar a la enfermería donde había estado horas atrás. Cysa me dirigió a una habitación y comprobó mi frente.

— Es superficial, no te hará falta puntos —dijo ella cogiendo un algodón con agua oxigenada y vetadine. Hice una mueca de dolor y Cysa siguió hablando— Bueno, ¿vas a contarme que ha pasado?

— Me caí de la cama.

— Ayla, por favor todos se han despertado del ruido. ¿Me vas a contar que está pasando? , no te sirve de nada ocultarlo, ¿qué ocurre? —dijo. Me mantuve callada mientras Cysa me ponía una tirita.

— Tengo miedo.

— ¿De qué?

— De mí misma.

— Ayla, ¿qué pasó?

— Nos hicieron pruebas, querían saber el origen de los poderes y...— hice una pausa— Todos tenían una especie de glándula que indicaba el porqué de esos poderes. Para que un cerebro pueda tener esas capacidades necesita más espacio, al menos eso lo que oí...

— ¿Y cuál es el problema?

— Yo no tenía glándula. Dijeron que mi cerebro no necesitaba ser más grande que había evolucionado pero que era prácticamente imposible. Estando allí mis poderes se desarrollaron, eran más fuertes mi actividad cerebral ocupaba el cien por cien de mi cerebro y ahora no puedo controlarme, cuando me he despertado la cama estaba flotando en el aire. Creo que me estoy volviendo loca, he soñado con Amaia, me...—hice una pausa para tragar saliva. No podía aguantar la angustia— me decía que me suicidase, me decía que podía matar a mi familia o amigos, que era muy peligrosa.

— Ayla, tranquila te observaremos detenidamente, no te va a pasar nada.

— Maté a dos personas —dije— estaba inconsciente y cuando desperté llevaba un cristal en la mano ensangrentado —añadí llorando histérica.

— No dejaré que ocurra. No te pasará nada ¿vale? —asentí con la cabeza. Pero sabía que ella no podía ayudarme. Cuando terminó de curarme salí de allí era aún de noche pero no quería volverme a dormir así que me fui a mi cuarto y me metí en la ducha.

Dejé que el agua me cayera encima mientras yo estaba inmóvil pensando, terminé de enjuagarme el pelo y salí, me puse unos pantalones cortos y una camiseta ancha. Me miré al espejo y me observé, llevaba el pelo mojado. Recordé lo molesto que era a veces, lo llevaba muy largo. Había engordado, bastante, pero también estaba en forma ya que el ejercicio allí era continuo.

AYLA © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora