CAPÍTULO 26

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Cuando saltamos no comprendía lo que quería hacer, me dijo que confiara en él, como si eso fuera posible después de todo lo que había pasado.

Recuerdo caer, caer hacia las piedras y esperar una muerte extremadamente dolorosa, me preguntaba cómo reaccionaría mi cuerpo con el impacto del suelo. Mientras caía parecía que todo fuera despacio, como si cada músculo de mi cuerpo supiera lo que me esperaba e intentara que el tiempo pasara más lento.

Observaba la montaña, los árboles, el cielo y a aquellos hombres que se asomaban desde el borde del precipicio. Sea como fuera, sabía que nada de aquello lo volvería a ver.

Entonces algo cambio, durante una milésima de segundo no había nada a mi alrededor, absolutamente nada, de repente lo que antes eran rocas ahora era agua, una gran cantidad de agua, caímos y mi cuerpo se sumergió en el agua salada.

Salí nadando a la superficie y observé a mi alrededor, no había ni rastro de la montaña, de rocas o de árboles. Estaba en medio del mar— ¿Cómo es posible? —me pregunté. Nadé como pude y me di cuenta de que Eric no estaba tampoco— genial —pensé. No solo estaba en medio de a saber que océano si no que estaba sola y la marea no es que estuviera calmada.

Me dispuse a nadar hacia alguna parte y a rezar a dios que pasara algún barco pero, no tendría tanta suerte. Inesperadamente una ola me zarandeó y mi cuerpo dio vueltas en el agua, mientras yo intentaba subir a la superficie otra vez. Seguí girando con las gigantescas olas que cada vez eran más frecuentes mientras me quedaba sin respiración. Entonces mi cabeza daba con algo y noté un tremendo dolor, después perdí el conocimiento.

Me desperté, pero sin abrir los ojos, estaba tumbada en una cama y notaba un montón de tubos conectados a mí. Percibí un pitido y noté por lo que tardaba en reaccionar mi cuerpo, que había estado en cama mucho tiempo.

Al fin abrí los ojos, y observé la habitación donde me encontraba, estaba en un hospital. No había nadie excepto yo ahí dentro, llevaba una bata, y mi ropa estaba en una silla. Había un calendario en la pared, estaba abierto por junio y con una x marcaba el uno, debían haberlo puesto mal.

Me desconecté de los tubos y me levanté, pero tuve que sentarme otra vez porque notaba que me caía al suelo, probablemente habría pasado una semana entera reposada en esa cama. Volví a levantarme y me sujeté a todos los muebles que había mientras andaba, hasta coger mi ropa y cambiarme. Salí de allí, no entendía por qué no había nadie en mi habitación, mi madre, mi padre o alguien. Salí sujetándome a la pared mientras pasaba, había unas enfermeras.

— ¡Ay! —gritó una al verme— ¡Se despertó!

— ¿Qué dices? ¿Es una paciente? —ambas tenían acento aunque no sabría decir de dónde, pero españolas no eran.

— Chica tienes que volver a la cama.

— Pero...

— ¡O dios! —Eric apareció por el pasillo— ¡Has despertado!

— ¿Pero qué ha pasado?

— Volvamos a la habitación anda...

— No voy a ninguna parte contigo.

— ¿Segura?, porque si no recuerdas te salvé la vida.

— ¿Salvarme la vida? ¡Me dejaste en medio del océano! —grité histérica.

— Vale no salió como esperaba pero...

— ¿A qué te refieres?

— Mi plan era que cayéramos los dos en la arena pero, esta era la primera vez que transportaba tan lejos y no salió del todo bien —dijo él. De repente mi cabeza comenzó a dar vueltas, me dolía— ¿Te encuentras bien?

AYLA © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora