CAPÍTULO 14

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Su mirada era eléctrica y azul, sonreía de oreja a oreja emocionado mientras yo le miraba inspeccionándole. Su pelo era moreno, casi negro. No como el de Mike que era castaño oscuro.

— Sé que no me crees, pero la verdad es que he vivido una vida complicada, he estado en varias casas de acogida. De un lugar a otro, sin rumbo. Preguntándome quién era realmente yo, si tenía más familia, sí de verdad se deshicieron de mí como un deshecho o no hubo otro remedio. Pensaba que solo era eso, que así era mi vida. Hasta que una noche tuve esa pesadilla, supongo que sabrás de que hablo. Pensé que era real, cuando me desperté creí que seguía allí en aquel bosque y notaba las rosas por mi cuerpo así que salí de la que era mi casa en ese momento y empecé a correr, salí porqué creí tenerlas por mi cuerpo y pensé que así me las quitaría. Pero las seguía notando, sentía su presencia, quería irme de allí, necesitaba ir a otro lugar, a cualquiera. Pensé en un lugar que me relajase, un lugar que pudiera relajarme. Y entonces todo se transformó y el asfalto se convirtió en arena. Estaba en la playa.

— Bien, bonita historia, puedes teletransportarte —dije yo— pero ahora dime, ¿Qué pinto yo en todo esto?

— Supongo que ya conocerás a Daniel. Es un poco peculiar, lo encontré hace unos meses. Algo me llevo hacia él, no sé qué fue pero él también me seguía. Bueno perseguía esto —dijo señalando su colgante. Era verde, la piedra era más pequeña que la mía y el color era parecido al de Mike, verde— quería quitármela, pero entonces ocurrió algo. Uno de los colgantes que llevaba se fue directamente al mío y entonces se unieron. Recuerdo que algo sacudió mi cuerpo, como si se hubiese metido dentro de mi cabeza y apareciste tú.

— ¿Y por eso deduces que soy tu hermana? Mira, yo soy hija única. Y no me voy a creer tus locuras.

— Sé que tienes una marca de nacimiento en tu espalda, justo debajo de la nuca. —dijo haciendo que me sorprendiera. Pero aun así le miré escéptica— Está bien. Te lo demostraré.

Entonces se acercó a Daniel y sin que él se diera cuenta le desabrochó uno de los collares y después lo cogió, era el mío. Daniel siguió con lo suyo como si no hubiera ocurrido nada mientras que él se acercaba hacia mí.

— Póntelo —me ordenó. Entonces una vez puesto vi como él se acercaba a mí y ambos collares como un imán se unieron. Y ocurrió algo inesperado. Empecé a ver cosas, situaciones que nunca había sentido. Vi a una mujer que me sujetaba en un brazo mientras que en el otro sujetaba a otro bebé, sonriente y alegre. Una mujer que la tenía presente en algún lugar de mi subconsciente y aquello hizo que me sobresaltara. Me separé de él nerviosa, rompiendo la conexión.

— Pero, pero..., mis padres nunca me han dicho nada sobre la existencia de un hermano —repliqué confusa.

— Porque no son tus padres, igual que los suyos tampoco —dijo señalando a Dani— Nadie como tú y como yo vive con sus padres biológicos.

— ¡Eso es mentira! —Intervino Mike, que hasta ahora se había mantenido al margen de la conversación— No le creas Ayla. Nos está mintiendo.

— Casi lo olvidaba, ¿Quién demonios eres tú? —preguntó Eric, confuso.

— Mike es como nosotros —respondí yo.

— ¿De veras? —preguntó inspeccionándole.

— ¿Cómo sabes todo esto? ¿Por qué deberíamos creerte? —preguntó Mike.

— Porque todos los que he encontrado hasta ahora eran huérfanos —los dos colgantes que lleva Daniel eran de un chico y una chica: Amanda y Carl Smith, eran hermanos en la realidad pero no biológicos, estuve investigando sobre ellos. Eran americanos, estuvieron de vacaciones aquí el verano pasado.

AYLA © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora