CAPÍTULO 18: Menia

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— Respira, Respira —dijo Zan.

— ¡Duele! —dije hiperventilando— mucho —añadí. Me puse a tocar mi barriga, y el gran volumen que ocupaba. Era lo más horrible y hermoso que me había pasado nunca. Horrible porque parecía que me estuvieran matando del dolor y hermoso porque tenía en mi interior a una criatura que nadie, excepto yo podía tener.

— Sabes que puedo arreglarlo con solo tocarte cariño —dijo él.

— No quiero que lo hagas, esto es lo más humano que hay y deseo pasarlo —Zan podía quitar el dolor, era la capacidad que eligió, pero no quería que la usase en mi presencia. Yo no usaba mi capacidad, te obligaban a elegir una pero yo no quería usarla, no era natural, era inhumano, no éramos así.

Hace 6 meses...

— Cariño —dijo Zan— ¿Cómo te encuentras? —añadió preocupado.

— Estoy bien —extrañamente bien, el feto se desarrollaba normal y corriente y no había nada extraño.

— Tienes que reposar —dijo él.

— Quiero ir a trabajar.

— No, no te lo permitiré —replicó.

— Me encuentro perfectamente, no aguanto más estar aquí y además me necesitan en el trabajo, están habiendo problemas.

— No te voy a poder convencer, ¿Verdad?

— No —Zan sabía lo cabezota que era.

— Vale pero no vas a estar sola, mandaré a alguien que cuide de ti —desde que me dijeron que estaba embarazada, me tenían en observación las veinticuatro horas del día, era la primera mujer que le pasaba en muchos años.

— Uf, vale —dije enfurruñada. Llegué al trabajo y nada más llegar había una mujer con una bata y una libreta enfrente de mí, una especie de médico.

— Hola —dijo— Soy Rizi, cuidaré de ti mientras estés en el trabajo.

— Hola —respondí seca. Estaba enfadada, no necesitaba ningún médico que cuidase de mí. En los últimos meses, sin ninguna explicación la gente comenzaba a enfermar, e iban decayendo sin que nadie pudiera pararlo hasta la muerte, cuantos más médicos hubieran más rápido encontrarían la cura.

Pero había un equipo de médicos que se ocupaba especialmente de mí, un grupo de unas cien personas, solo ocupadas en que tanto yo, como el ser que lleva dentro estuviéramos lo mejor posible. Me daba rabia, mucha rabia, habían personas muriéndose y ese grupo de gente se ocupaba de mí. Pronto encontré a Ellis para que me informara de lo ocurrido.

— Menia —dijo él— ¿Qué haces aquí? —Ellis no era solo mi ayudante, si no también mi amigo, nos llevábamos muy bien, como si fuéramos hermanos.

— Ellis no aguantaba más —respondí— me tienen retenida todo el tiempo estaba demasiado agobiada y estoy perfectamente, además me necesitáis más aquí.

— Es cierto, te necesitamos pero...—le interrumpí.

— Ellis déjalo, infórmame sobre lo acontecido, sé que hay problemas pero no sé cuáles son, nadie me informa.

— Esta bien — él sabía que no me cansaría hasta saberlo, así que no tuvo más remedio que contármelo— el problema es grave, Menia —dijo— El proceso de nacimientos ha empezado y ha habido un gran desastre. Los niños... —dijo y después se calló, como si le costará decirlo.

AYLA © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora